Roberto Alcalde tiene un lema: «Hay que saber ver las oportunidades de negocio que te muestra la vida y aprovecharlas». Cuando comenzó a ganar dinero, este emprendedor decidió, a pesar de su edad, que debía ahorrar tres cuartas partes de sus ingresos «en lugar de comprarme un coche o una casa», con los que montó Coronel Tapioca, de la que actualmente ya está desvinculado. Alcalde comenzó trabajando a los 22 años en la Gulf Oil Corporation, en Pittsburg (USA), donde ocupó importantes cargos hasta 1972, cuando pasó a Repesa. Ahora dedica sus energías a aportar su experiencia a los futuros emprendedores.

¿Es posible ser empresario en una situación tan delicada de la economía como la actual?

Para ser empresario no hay que ser Einstein y tener una idea genial. De hecho, el tipo más extendido en España es una persona que tiene entre 35 y 40 años, un empleo bien remunerado y que detecta en el ámbito de su actividad laboral alguna carencia y se anima a cubrirla creando su propia empresa. Se trata de una persona que para montar su negocio, debe recurrir a la ayuda económica de los amigos, de la familia ya las ayudas de las administraciones.

¿Estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades?

Hace varios meses, en un encuentro en el que participé, uno de los conferenciantes habló del «estado del malestar insolidario e insoportable». Está claro que en una situación como la actual no se puede tener la sanidad gratis, las viviendas subvencionadas,... Es algo que no tiene sentido en una sociedad en la que hasta que tienes treinta años nadie te hace caso porque eres aún joven y a los cincuenta pretendes jubilarte de forma anticipada. Las cosas tienen que cambiar muchísimo, debemos concienciarnos de que hay que trabajar más años porque de lo contrario, el sistema es insostenible.

¿Qué particularidades presenta la actual situación económica?

A la crisis actual hay que sumar otro fenómeno, el del envejecimiento de la población. Las expectativas de vida aumentan dos meses por año, y eso representa un problema tremendo. La Comisión Europea ya lo ha advertido: cuando lleguemos al año 2020, se deberá dedicar el 30% del PIB al cuidado social y sanitario de la población y esa situación someterá a los Estados a unas tensiones económicas muy importantes. Debemos darnos cuenta de que en este momento ya nos estamos encontrando con problemas de liquidez; el dinero ya no se mueve a la misma velocidad que antes y la consecuencia de todo ello es que nos vamos a convertir en la primera generación que va dar paso a otra que se ha de enfrentar a una situación económica y social más deteriorada.

Qué diferencias hay respecto a Estados Unidos a la hora de sacar adelante una iniciativa empresarial.

Uno de los principales problemas en Europa, según reconocen algunos de los grandes banqueros internacionales, es que no hay ideas empresariales interesantes en las que invertir dinero. El premio Nobel de Economía, William Fogel, dice que el futuro ahora se encuentra en Asia. Países como China e India, e incluso Estados Unidos, registrarán un desarrollo muy por encima del europeo. En Europa, la economía está sometida a una regulación excesiva que entorpece las iniciativas. En España, por ejemplo, desarrollar un proyecto es una tarea ímproba, con normas estatales, autonómicas y locales, que obligan a perder mucho tiempo y energía en tramitaciones meramente administrativas. Si a eso le sumamos las habituales razias con fines recaudatorios, las inspecciones arbitrarias,.. pues no vamos bien. Todo esto hay que reformarlo.

¿Cuesta más desarrollar una idea innovadora en un país como España?

Vivimos en un país en el que podemos presumir de tener tres escuelas privadas de formación de empresarios y negocios que gozan de reconocimiento internacional y, sin embargo, no hay ninguna universidad pública de excelencia entre las 15o primeras del mundo. En la universidad pública española pervive la burocracia y la endogamia, una tendencia que hay que desterrar. En España se considera una lacra que un catedrático, por ejemplo, pueda ganar mucho dinero gracias a su trabajo. También se plantean muchas limitaciones a la hora de sacar al mercado los productos desarrollados desde la investigación universitaria. Al final, lo que ocurre, es que las cátedras se convierten en puestos funcionariales.

¿Y qué se puede hacer para remediarlo?

Es necesaria una visión más mercantilista en las universidades, como ocurre en Estados Unidos, donde se incentiva la iniciativa, donde un catedrático puede enriquecerse dando conferencias, asesorando al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional o a través de la creación de empresas desde la capacidad de innovación de la propia universidad. Allí ese enriquecimiento se considera positivo, está bien visto y supone un estímulo. La igualdad no consiste en que todo sea igual para todos, sino en que a partir de las mismas oportunidades se pueda potenciar a los más destacados; no generalizar la mediocridad.