No tratamos aquí de la consideración del factor humano como excepcional para el desarrollo de los pueblos, como recoge John Carlin al hablar de Nelson Mandela (Invictus). Recogemos aquí algunas ideas que, sobre el factor humano y su formación, en general, expuso hace unos días en Valencia, Luis Garicano, profesor de la London School of Economics, en una conferencia organizada por la Fundació Bancaixa y la Fundación Cañada Blanch, al referirse al futuro previsible del estado de bienestar.

La conferencia, permitió conocer los cambios acaecidos a nivel global y las cifras que marcan una tendencia. Así, la evolución demográfica. Mientras hace unos años la proporción entre personal trabajador y jubilado era, en nuestro país, cuatro veces superior, en un futuro próximo apenas va a alcanzar a ser de dos a una, con las lógicas consecuencias que deben contemplarse atendiendo a la prolongación de la vida media de las personas, y al elevado coste de la sanidad y las pensiones.

También el avance en las tecnologías de la información y de la comunicación (TICs) ha supuesto un cambio que afecta a la globalización y, a su vez, especialización social. Igualmente el conocimiento, que se transmite de manera veloz y múltiple, facilita la deslocalización empresarial, no sólo industrial sino también de servicios, con consecuencias en la vida laboral y el estado de bienestar. Nuestro país ha resistido bien a la creciente competencia global, en lo que respecta a la producción tradicional pero no así en lo que afecta a los sectores emergentes, en los cuales el valor diferencial o añadido va más unido a la nueva preparación intelectual y no al conocimiento transmitido entre generaciones. El excesivo porcentaje de empresas muy pequeñas, micropymes, dificulta la incorporación de nuevas tecnologías y profesionales suficientemente preparados, para mejorar la mayoría de los procesos.

La formación debe incorporar un nivel que cubra las necesidades que demanda la nueva globalización. El problema del fracaso escolar, más acusado entre la población masculina, debe ser objeto de profundo análisis e inmediata actuación. Las universidades no deben atender sólo a la cantidad sino principalmente a la calidad de sus alumnos y a la aplicabilidad y trascendencia de sus proyectos de investigación. El posicionamiento global de nuestro país está condicionado por la forma como solucionemos este problema estructural.

La tardía incorporación de los jóvenes al mercado laboral lleva consigo la pérdida de los años más fructíferos del aprendizaje, a lo que cabe añadir los cambios constantes en las actividades que llevan a cabo los jóvenes, en ocasiones, sin relación alguna con su formación, olvido de las materias que fueron objeto de sus estudios y desconfianza de los propios jóvenes, y de los empleadores, sobre la capacidad para aplicar las enseñanzas que adquirieron en el pasado.

Este es, en definitiva, el gran déficit de nuestra economía. El del factor humano. El resto, productividad incluida, que se incrementó en nuestro país hasta mediados de los noventa, puede ir solucionándose con acierto si se cumple con las exigencias formativas y se facilita la incorporación laboral. Las infraestructuras físicas, carreteras, trenes de alta velocidad y otras análogas, son importantes, pero no resultan ser tan determinantes. Lo fundamental es pues, una vez mas, el factor humano. No sólo en el terreno económico, sino también, en el político y social. Y tanto a nivel estatal como, en particular, en el caso valenciano.