Aunque los responsables de Caja Mediterráneo (CAM) insisten en que todavía tienen posibilidades de encontrar un socio, ya casi todo el mundo da por hecho que su única alternativa real es la nacionalización. La entrada del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) en su accionariado, con la consiguiente toma de control de la entidad, pondrá fin a un ciclo de casi dos años, desde que empezaron a sonar los primeros rumores de fusión, en los que la caja alicantina no ha sabido o no ha podido encontrar un camino propio para hacer frente a las durísimas consecuencias de la crisis.

Fue el pasado miércoles cuando la junta rectora del FROB, controlada por el Banco de España y el Ministerio de Economía, daba la puntilla a la entidad al rechazar su solicitud para que una parte muy significativa de las ayudas previstas se le concediesen por la vía de las participaciones preferentes, un instrumento similar a un crédito que no otorga derechos políticos a su comprador. Es el conocido FROB1 que se dio a las cajas que iniciaron sus fusiones el año pasado.

Esta aportación, de algo más de mil millones de euros, era la clave de toda la estrategia de la caja para no caer en manos públicas. Con ella y con la entrada de un socio privado que se quedase con al menos un 20% de las acciones del nuevo Banco CAM -lo que rebajaría los requerimientos de capital básico del 10% al 8%- la entidad ni siquiera hubiera necesitado recurrir al FROB2.

Pero el Banco de España no estaba nada convencido de la jugada -temía que un nuevo deterioro de sus activos volviese a colocarla por debajo del mínimo legal de solvencia- y rechazó la propuesta. Por su parte, el socio norteamericano que había buscado la CAM, el fondo JC Flowers, también decidió abandonar, ante la ausencia de garantías públicas para su inversión y el temor a las consecuencias de la crisis del euro en los mercados.

La consecuencia es que la alternativa más probable es la entrada del FROB en el capital de la entidad con una inyección de 2.800 millones que le otorgarán la mayoría en el consejo de administración. Más aún cuando la caja suspendió los tests de estrés europeos con una nota muy baja, aunque no necesitará fondos adicionales gracias a la provisiones anticrisis que guarda.

Aún así, la CAM mantiene su empeño en buscar un nuevo socio que le permita rebajar la participación del FROB y darle algunas opciones de cara al futuro. De hecho, sigue manteniendo contactos y conversaciones en este sentido, aunque todavía no han fructificado

Pero el camino hasta esta situación ha sido muy largo. Fue en junio de 2009 cuando, casi coincidiendo con la llegada de Modesto Crespo a la presidencia de la caja, se empezó a hablar de fusiones en el sector. Tras la quiebra de Lehman Brothers en otoño de 2008 todos los gobiernos del mundo se apresuraron a socorrer a sus bancos pero el Ejecutivo español no lo hizo convencido de que las provisiones anticíclicas del sistema financiero patrio bastarían para aguantar el tirón. Sin embargo, nueve meses después ya estaba claro que la debacle sí iba a pasar factura a los bancos y cajas españoles -a través de sus abultadísimas carteras inmobiliarias, como demostró la intervención de Caja Castilla-La Mancha- y que hacía falta reordenar el sector y mejorar su eficiencia.

La creación del FROB

Entonces se creó el FROB para ayudar y animar, sobre todo a las cajas de ahorros, a participar en operaciones de integración y también se empezó a hablar de los famosos SIP (Sistemas Institucionales de Protección o "fusiones frías"). Casi automáticamente el viejo proyecto de la fusión entre CAM y Bancaja volvió a estar en boca de todos, aunque desde la sociedad alicantina se apostaba porque la caja de la provincia liderase una operación con otra entidad más pequeña.

Llegó el otoño y la Generalitat, a través del entonces conseller de Economía, Gerardo Camps, decidió echar el resto y presionar para que las dos cajas de la Comunidad se unieran, ante la certeza de que podía perder el control sobre ambas si se aliaban con cajas de otras regiones. Camps llegó a decir en los pasillos de las Cortes que la fusión era necesaria porque la CAM podía entrar en pérdidas e intentó engatusar a esta última asegurando que la sede de la nueva entidad estaría en Alicante. Pero ni CAM ni Bancaja estaban por la labor y se esforzaron en transmitir la imagen de que podían seguir solas sin ningún problema. "Las ayudas del FROB tampoco son ningún regalo", aseguró Modesto Crespo tras la asamblea de febrero de 2010, despreciando unos fondos por los que ahora daría cualquier cosa.

Todo cambió radicalmente en mayo, con la primera crisis griega y el viraje de la política económica del gobierno. Lo que hasta entonces era una sugerencia se convirtió casi en una obligación y todas las cajas se lanzaron a buscar compañero, con el aliento del Banco de España en la nuca. La CAM puso entonces sus ojos en Caja Murcia, una entidad cercana y con un elevado nivel de solvencia, precisamente lo que le faltaba a la alicantina. El acuerdo estuvo a punto de cerrarse pero se frustró en el último momento ante la negativa de la Generalitat.