?

En un mundo económico, el actual, sumido en una crisis sin fin y plagado de tormentas, como la de la deuda europea o su posible contagio a Estados Unidos, aterra pensar que en el gran motor mundial de los últimos años, China, pueda estallar una burbuja inmobiliaria de colosales magnitudes que situaría al planeta en el borde del abismo, si no más allá. Pero lo cierto es que la inversión pública en infraestructuras y en el sector inmobiliario se ha convertido en el principal factor de crecimiento de la segunda economía del mundo, por encima de su comercio exterior.

Un reciente reportaje publicado por The New York Times muestra cómo decenas de ciudades chinas rivalizan en sus planes de urbanismo sin el menor reparo. Como ejemplo de ello, el rotativo neoyorquino expone el caso de Wuhan, la novena ciudad del país en tamaño, donde se cuentan por decenas los proyectos en marcha, incluidos un nuevo metro, dos nuevas terminales para su aeropuerto, un distrito financiero, un barrio cultural y una torre de oficinas que tiene una vez y media la altura del Empire Estate Building, en su momento el rascacielos más alto del mundo.

Todo ese descomunal afán constructor que se ha cernido sobre un país necesitado de infraestructuras para mantener su crecimiento, alentado por el Gobierno del país, puede tener severas consecuencias para el mundo financiero, no en vano todos los proyectos en marcha se están nutriendo del dinero de los bancos públicos.

El rotativo menciona al profesor de Economía Política de la Universidad Northwestern d'Evanston, en Illinois, Victor Shih, quien considera muy optimistas las cifras de endeudamiento de los municipios efectuadas por las autoridades de Pekín, que las sitúan en cerca de los 3 billones de dólares, y añade que la mayoría de esos organismos oficiales apenas llegan a devolver los intereses de los préstamos solicitados.

Un inquietante panorama. Algunos analistas consideran que, no obstante, es improbable que esta situación provoque un freno en la economía del país, por las elevadas reservas estatales y porque los bancos chinos se asientan sobre "una impresionante" cantidad de dinero: el ahorro de 1.300 millones de ciudadanos. Por contra, otros expertos temen que el país pueda caer en un estancamiento de muchos años de duración, como el que ha vivido Japón, si Pekín, en lugar de invertir en el crecimiento del país, tiene que echar mano al bolsillo para salir en ayuda de los bancos en el caso de que los ayuntamientos dejen de pagar su desproporcionado endeudamiento.