La incorporación de Bancaja al Banco Financiero y de Ahorros (BFA), matriz de Bankia, no fue una buena noticia para el Banco de Valencia (controlado en un 39 % de su capital por la primera), que en poco tiempo pasó de ser la joya de la corona y tener para la entidad de ahorros la consideración de socio estratégico a convertirse en una mera inversión financiera, tal como lo calificaron fuentes oficiales del BFA la semana pasada, nada más conocerse que una inspección del Banco de España ha detectado un agujero contable de al menos 600 millones de euros. Tras aquella operación —iniciada en junio de 2010 , aunque la integración formal no se consumó hasta el pasado 1 de enero— el equipo directivo del BFA, comandado por su presidente, Rodrigo Rato, empezó a romper lazos con una entidad, la valenciana, que no dejaba de tener la consideración de competencia y que se presumía muy castigada por el sector inmobiliario, como Bancaja, pero también Caja Madrid. Uno de los ámbitos de gestión que se vieron afectados por el cambio de dueño fue el de los préstamos que Bancaja y Banco de Valencia efectuaban entre sí. Las fuentes consultadas aseguran que fue práctica habitual desde 1994, cuando la caja compró un 24 % del banco, que en días concretos las dos entidades se intercambiaran liquidez cuando a una de ellas le había sobrado dinero del que había reclamado en préstamo en el interbancario. El interés, según estas fuentes, era el mismo pagado a esas otras entidades financieras españolas o extranjeras. Se trataba de obtener alguna rentabilidad. Esta dinámica, sin embargo, empezó a ser «menos fluida» tras la toma de control del grupo por Rato y sus hombres y la progresiva pérdida de influencia de José Luis Olivas, presidente de Bancaja, del Banco de Valencia hasta el pasado 28 de octubre y vicepresidente ejecutivo de Bankia. Aunque fuentes próximas a la entidad aseguran que la mencionada decisión no tuvo efectos de gran relevancia para el banco valenciano, otras recuerdan las dificultades que tenían — y tienen— las entidades españolas para buscar financiación en el exterior y cómo una firma cabecera como Bancaja tenía más posibilidades, pese a todo, que un banco pequeño.

No hay que olvidar tampoco que el pasado marzo Bankia rompió la tradición implantada en Bancaja de remitir anualmente una carta a las agencias de calificación de riesgos dando amparo al Banco de Valencia como filial. De hecho, la entidad ha acabado con notas situadas en el abanico del bono basura. El desapego de Rato por la entidad valenciana se hizo explícita la pasada primavera cuando ya programó un intento infructuoso de venta que ahora ha puesto en marcha de nuevo entre los que pujan por la CAM.