Valencia posee un patrimonio arquitectónico nada desdeñable y muchos edificios característicos, que identifican la ciudad. Ahora, el complejo de Calatrava de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y antes edificios como la Lonja o el Micalet. Sin embargo, ninguno de los edificios construidos durante el periodo más brillante de la arquitectura local, la primera mitad del siglo XX, figura entre los mas reconocibles de Valencia.

El edificio del Banco de Valencia es, sin embargo, una de las referencias icónicas de Valencia para los habitantes del Cap i Casal, por su espectacular ornamentación, pero también por su peculiar ubicación en uno de los chaflanes más interesantes de la ciudad, que le confiere una dimensión «náutica». Un edificio que recuerda la proa de un barco y que evoca los carteles de los buques de Cassandre, sobre todo tras ver imágenes en la riada del 57 y constatar que se sitúa en el antiguo barrio de pescadores. Una esquina que, por otra parte, hace recordar otras famosas, como la del edificio Carrión de la Gran Vía de Madrid (conocido como Capitol, de los arquitectos Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced, 1931-1933) o el del (salvando las distancias) Flatiron Building de New York (Daniel Burnham, 1902).

Con todo, la historia de este edificio es bien curiosa. El barrio en el que se encuentra (donde se ubicó inicialmente el barrio judío y posteriormente el barrio de calafateadores y pescadores) fue finalmente urbanizado hace ahora un siglo y en él se construyeron grandiosos edificios (el teatro Principal, entre otros) que más tarde constituyeron el corazón financiero de la ciudad. Tras la urbanización, nuestra esquina en cuestión fue ocupada por un edificio que albergó la farmacia De la Morera, un monumento a la tipografía urbana decimonónica de Valencia, como puede apreciarse en la imagen.

Construcción

Pero en lo que respecta al edificio que nos ocupa, fue en 1942 cuando finalmente se construyó tal y como lo conocemos ahora, encargado por el Banco de Valencia al arquitecto (por aquel entonces arquitecto mayor de Valencia) Francisco Javier Goerlich Lleó, una de las referencias indiscutibles de la arquitectura contemporánea valenciana. Pero una de las peculiaridades de esta obra la constituye el hecho de que el proyecto final no fue el inicialmente propuesto por Goerlich. El diseño inicial fue redactado siete años antes, y en éste, el arquitecto (con la colaboración de Vicente Traver Tomás, y Antonio Gómez Davó) realiza una primera propuesta en la que pone de manifiesto todo su potencial como arquitecto racionalista que demostró en edificios tan notables como el Colegio Mayor Luis Vives o el Club Naútico de Valencia.

Tras la guerra, el promotor, el Banco de Valencia, «no coincide en estos momentos con las ideas del autor, acudiendo a una solución más regionalista y casticista, propia del momento que se inicia en España tras la Guerra Civil», en palabras de Tito Llopis, experto en la obra de Goerlich. «El edificio recoge, de este modo, la nueva tendencia desencadenada en el momento, que busca una arquitectura local, casticista, con una monumentalidad y signos de la propia cultura. Se trata de un edificio de corte clásico, en cuya fachada muestra una composición clásica de cuerpos, con una base, un cuerpo central y un remate», concluye Llopis.

El edificio se convierte quizás en una metáfora de las dos sensibilidades que habitan en la ciudad de Valencia, posiblemente igual de respetables, aunque, por lo visto, con una desigual representación en nuestro paisaje urbano actual. Un paisaje que, por otra parte, carece de un recordatorio en forma de calle o plaza al arquitecto que posiblemente más haya modernizado su imagen: Francisco Javier Goerlich Lleó.