Los ciudadanos votaron a Rajoy porque buscaban una credibilidad gubernamental que Rodríguez Zapatero había agotado en el manejo de la crisis. Será justo o no, pero es una evidencia. A este último se le recriminaban muchas cosas, aunque destacaban dos: el incumplimiento de sus promesas electorales y las supuestas improvisaciones.

En sólo seis días de gobierno, en el inicio del inicio -en frase afortunada de la portavoz del gobierno, Sáenz de Santamaría-, el señor Rajoy ha caído en ambas cosas. Ha subido impuestos, en contra de sus promesas electorales, y lo ha hecho en base a un supuesto mayor déficit público del previsto cuya cifra concreta no han acertado a coincidir tres ministros el mismo día.

La credibilidad queda afectada también por el poco rigor y la falta de explicaciones convincentes sobre el cambio de escenario. O lo sabían y callaron o lo descubrieron en sólo seis días, algunos de los cuales eran festivos. No sabemos cuál de las dos situaciones es más lamentable. Porque la anterior ministra de Economía, Elena Salgado, en su última comparecencia, ya dejó claro que si se superaba la previsión del 6% sobre el PIB del déficit sería por el retraso en la toma de medidas de ayuntamientos y autonomías, muy condicionadas por sus elecciones de pasado mayo. Así lo reconoció el nuevo ministro de Hacienda, Montoro, en su comparecencia tras el Consejo de Ministros del pasado 30 de diciembre. Si decíamos que era lamentable en cualquiera de las dos situaciones es porque la inmensa mayoría de estas administraciones está en manos del PP, lo cual supone, además, un claro descrédito de la propia autoridad y coordinación interna del partido.

Yendo un poco más allá, nos encontramos con que la subida de impuestos no se carga a los beneficiados de la crisis -que los hay, aunque estén muy calladitos- sino a las clases medias, como suelen hacer las derechas políticas a pesar de encontrar en ellas un filón decisivo de electores. Por lo que respecta a los recortes de gasto, observamos que, fundamentalmente, son de carácter social y, por lo tanto, afectarán de lleno a las clases menos privilegiadas de la sociedad. Como lo es la congelación del salario mínimo que, apunta a mantener el modelo productivo basado en bajos salarios, que no lleva a ninguna parte en el contexto de globalización actual. Todo un inicio del inicio bastante inquietante.

?Catedrático de Economía. Universitat de València