La economía tienen muchas caras ocultas. Una de ellas es la sumergida, que en países como España ha llegado a tener un peso tan desconocido como importante. Se trata de un terreno pantanoso sobre el que se han barajado innumerables cifras. Las últimas, quizás las más acertadas por la profundidad del informe, las facilitó Funcas, tras la investigación de varios profesores de la Universidad Rey Juan Carlos: la economía que escapa al control del fisco supone un 21,5 % del Producto Interior Bruto (PIB).

Estos fríos números significan que en la pasada década, el Estado dejó de ingresar hasta 32.000 millones de euros en impuestos, el equivalente al 5,6 % del PIB oficial, que viene a ser, por hacer una comparación, casi el porcentaje de déficit previsto para el cierre del año 2011. Y por supuesto, estas cifras representan, además de dinero negro, mano de obra sin derechos en la mayoría de los casos, en concreto, alrededor de cuatro millones de personas entre los años 2004 y 2008, a la sombra del crecimiento inmobiliario.

También hay otra parte de la economía muy poco conocida, un «gigante escondido» cuyo peso en el PIB es aún máyor que el de la sumergida: el trabajo no remunerado. La proferora del Centro Superior de Investigaciones Cientíicas (CSIC), María Ángeles Durán, ha dedicado los últimos cinco años a desentrañar las magnitudes económicas de ese gigante «que no está incluído en la contabilidad nacional española por la falta de una clara definición conceptual». Se trata del trabajo radicado en el hogar, considerado como «un taller de producción y prestación de servicios» que incluye, entre otras actividades, el cuidado de los niños, enfermos y mayores».

Pues bien, según Durán, el PIB español aumentaría un 54 % si se contabilizara este trabajo no remunerado a razón de ocho euros la hora trabajada, un dato que da idea del volumen económico que representa.

Las alertas sobre este tipo de trabajo no remunerado comenzaron a sonar en 1995, durante la Conferencia de la Mujer celebrada en Pekin. Allí la Organización de las Naciones Unidas (ONU) propuso modificar el «marco macroeconómico» de los países participantes para «incluir una cuenta satélite anexa a la a la contabilidad nacional» dedicada al trabajo no remunerado, un compromiso que adquirieron todos los presentes, incluído España, pero que no ha tenido demasiado éxito. El principal problema para hacer estos cálculos era «la falta de herramientas para detectar y valorar» este trabajo, según reconoce María Ángeles Durán.

Sin embargo, la cuantificación de estas cifras resulta fundamental ante el establecimiento de nuevas prestaciones sociales, como el sistema de atención a la dependencia.

El estudio de Durán estima, basándose en los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) y del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que mientras que en el primer trimestre de 2011 las personas mayores de 16 años con trabajo remunerado en españa eran el 47 %, el porcentaje de mayores de 18 con algún tipo de trabajo no remunerado alcanzaba el 91 %. En concreto, el estudio considera que un 76 % de los varones dedica anualmente alrededor de 730 horas anuales a tareas materiales de este tipo, es decir, excluyendo el cuidado de otras personas.

Pero si se tiene en cuenta el trabajo no remunerado en su sentido amplio, es decir, incluyendo las tareas del cuidado a otras personas, las cifras son contundentes: un 91,1 % de las mujeres participan en este tipo de tareas, frente al 64,7 % de los hombres.

La distribución territorial del trabajo no remunerado en España, sin embargo, no es homogénea, algo que también ocurre en otros países. La diferencia del tiempo medio dedicado a estas tareras , teniendo en cuenta un «adulto medio» es, según la investigadora «considerable», llegando a superar el 30 %.

En la Comunitat Valenciana, por ejemplo, se dedican de media 21 horas semanales al trabajo remunerado y más de 25 al no remunerado, mientras que en zonas que en Asturias son 16,69 y 26,14, respectivamente, o en Baleares, 23 al no remunerado y 26,49 al remunerado. Es decir, mientras en la Comunitat Valenciana la diferencia entre un tipo y otro de tareas es de tan sólo un 16 %, en el Principado esta diferencia asciende hasta el 36 %. Según explica la investigadora, estas particularidades, en parte, se deben a la heterogeneidad en la composición por edades de la población, pero «influyen también otras características estructurales». «A las derivadas de la diferente estructura productiva, —según indica Maria Ángeles Durán— se unen las crecientes diferencias derivadas del proceso descentralizador en las comunidades autónomas».