El presidente de La Caixa, Isidre Fainé, salió ayer a la palestra para negar rotundamente que esté negociando con el presidente de Bankia, Rodrigo Rato, la fusión entre esta entidad y Caixabank, el banco de la entidad de ahorros catalana. "No existe ninguna negociación con Bankia ni ningún equipo de trabajo", afirmó, lo que, según los expertos, no puede interpretarse más que como una negativa sin marcha atrás, dado que, como firmas cotizadas, deberían comunicar cualquier movimiento a la CNMV. Por contra, en los últimos días, conforme se acerca el inicio de la segunda fase de concentración bancaria que ha anunciado ya el nuevo Gobierno, crecen las informaciones -sobre todo en Madrid-que afirman todo lo contrario. La última la publicó ayer el diario británico The Financial Times, aunque con el matiz relevante de que las presiones del Gobierno sobre Bankia son para que se fusione con uno de los tres grandes bancos, es decir Santander, BBVA y Caixabank.

Bankia aparece en estos momentos como la entidad sistémica con una mayor necesidad de ayuda: pública o de un competidor mediante fusión/absorción. El banco está sometido a una peligrosa digestión por la exposición al sector inmobiliario de sus dos principales socias: Caja Madrid y, sobre todo, Bancaja. Antes de junio tiene que recapitalizarse en algo más de 1.300 millones para cumplir con las exigencias de la Autoridad Bancaria Europea, debe hacer frente este año a vencimientos por más de 17.000 millones y debería afrontar provisiones cercanas a los 5.200 millones si el Gobierno mantiene su objetivo de que el sector sanee el balance contra la cuenta de resultados para limpiar los activos tóxicos del ladrillo por valor de 50.000 millones.

La opción BBVA

En esta tesitura, diversas informaciones apuntan que el ministro de Economía, Luis de Guindos, gran impulsor de la segunda fase de fusiones, estaría promoviendo la mencionada operación. En los últimos meses también se ha especulado con que sería el BBVA el que se haría cargo de Bankia -entidad que, asimismo, niega conversaciones con Caixabank-, si bien las grandes ventajas obtenidas por el Sabadell al adjudicarse la CAM habrían llevado al presidente del BBVA, Francisco González, a exigir compensaciones similares, muy difíciles de asumir con un Fondo de Garantía de Depósitos casi agotado y un Gobierno que rechaza el banco malo que reclama Rato y se niega a aumentar el déficit público y que los ciudadanos paguen la reestructuración bancaria. Además, Santander y BBVA al parecer aducen que no están interesados en crecer en España de forma tan considerable.

Así que la situación es verdaderamente endiablada. Además, no hay que olvidar un par de factores de calado, como recuerdan fuentes financieras valencianas: que los madrileños no permitirán que su entidad acabe controlada por los catalanes y que Rato no cederá fácilmente el poder. Pero tampoco podemos olvidar que el presidente de Bancaja, José Luis Olivas, negó por activa y por pasiva que fuera a fusionarse con Caja Madrid, como después sucedió.

Por tanto, no hay que descartar que en pocos meses veamos la foto de Fainé y Rato dándose la mano. Sería una doble paradoja: la de ver consumada una operación que algunos desearon antes de la crisis e, indirectamente, la de hacer realidad otra -Bancaja/La Caixa- que no hace mucho estuvo en algunas agendas pero que no contaba con simpatías en la Comunitat Valenciana, a pesar de que era la mejor opción por la solvencia de la catalana.

Si al final Bankia y Caixabank se unieran, la gran damnificada sería Bancaja y, por ende, una Valencia sin ya ningún peso en el sistema financiero. Los análisis que se están efectuando apuntan que, en estos momentos, la catalana tiene un valor en Bolsa dos veces mayor que la madrileño-valenciana. Si la operación se hiciera tomando en cuenta este parámetro, la participación de Bancaja en el nuevo gigante -pelearía en tamaño por la segunda posición del escalafón con el BBVA- prácticamente se reduciría a un 6 %. En la actualidad, posee el 18,5 % de Bankia. Es probable que mermaran aún más el dinero a ingresar por la obra social.

Pero habría más efectos. Con toda probabilidad, Madrid y Barcelona se repartirían las sedes del nuevo banco, con lo que Valencia perdería la sede social de Bankia, de su matriz, el BFA, y de las participadas que ostenta hasta ahora. Reduciría también su presencia en el consejo de administración, que se vería constreñida puede que a un solo vocal. No menos relevantes serían las consecuencias para los trabajadores, dado que ambos grupos tienen una extensa red en la Comunitat Valenciana.