El sector pesquero valenciano, en claro retroceso en número de embarcaciones y volumen de capturas desde hace años por falta de rentabilidad, ¿qué puede hacer para no desaparecer a la vuelta de pocos años?

Exigir a las administraciones públicas un control efectivo y transparente de las importaciones de pescado, que llenan el mercado de la distribución de Valencia, como en otros puntos de España, reventando los precios desde hace muchos años. El pescado congelado de China, Vietnam Argentina Chile o Marruecos no siempre cumple los requisitos de sanidad exigidos. No podemos competir con las importaciones. Los precios de la pesca valenciana siguen por los suelos y algunas especies se pagan más baratas en lonja que en los años ochenta, como es el caso de la pescadilla o el salmonete.

¿Cuáles son sus objetivos como máximo responsable de las cofradías de Valencia?

Consolidar la modernización del sector con las escasas ayudas que llegan. Las subvenciones no siembre pueden aprovecharse porque requieren cofinanciación. Para hacer una barco nuevo hay que desguazar otro. Ahora sólo hay dinero para motores y para embarcaciones de menos de doce metros. No se puede confiar en los recursos públicos para salvar una actividad artesanal.

El coste de los carburantes sigue por las nubes.

Hemos sobrevivido a otros ciclos de subida del gasóleo, aunque los sobrecostes de ahora son difíciles de soportar.

El consumo de pescado fresco, ¿ha descendido mucho con la crisis?

Pese a todo seguimos manteniendo niveles de ventas en las lonjas, aunque tenemos el problema de las grandes superficies, que traen el pesado de fuera. Las pescaderías de barrio y de pueblo están despareciendo. Han sido las que compraban más durante las últimas décadas. El pescado de importación es más barato, pero de menor calidad.

En Valencia se consolidan algunos negocios de diversificación en el ámbito pesquero como el cultivo de clòtxinas y desde hace poco tiempo, el de las ostras. ¿Tienen futuro?

Estos productos manejan un mercado muy reducido aunque también apreciado por una parte de los consumidores valencianos. En cualquier caso, me parece un proceso de diversificación más interesante que las piscifactorías, cuyos costes de explotación son muy elevados y solo sobreviven las grandes corporaciones.

Si fracasa el acuerdo de pesca entre Marruecos y la Unión Europea, ¿podrían recalar más barcos pesqueros españoles en el Mediterráneo?

Lo dudo porque nuestros caladeros se agotarían pronto. No habría negocio para todos. Además, tampoco las autoridades lo consentirían. Ahora Cullera y Gandia están en paradas biológicas porque son necesarias para que los caladeros se recuperen.

Las cofradías están bajo mínimos en personal. ¿Pueden desaparecer las más pequeñas, como Sagunt?

El personal está bajo mínimos porque la pesca artesanal, dominante en la cofradías valencianas, son negocios familiares que pasan de padres a hijos y que generan poco empleo. Cada vez hay menos ocupación. Cuando la construcción estaba al alza se desplazaba gente de la mar a la vivienda porque ganaban más dinero. Valencia emplea a unos 600 trabajadores cuando hace tres décadas eran el doble. En Cullera vivíamos trescientas familias, ahora tan son sólo algo más de un centenar de hogares.