Fusiones inmediatas y nuevos saneamientos. Eso es lo que veremos en los próximos días, según dijo el ministro de Economía, Luis de Guindos, el pasado lunes. Y es que los mercados aprietan sobre España. Dudan de la limpieza de sus entidades financieras. Exigen medidas. Un banco, por encima de los demás, está en el ojo del huracán y los rumores sobre su futuro se han disparado en los últimos días. Es Bankia. La firma participada por Bancaja tiene tal tamaño que es sistémica. Dicho de otra forma, no puede caer sin causar un tsunami. Pero su exposición a activos inmobiliarios tóxicos, sobre todo suelo, es de tal magnitud que su futuro es una gran incógnita. Arrumbado el proyecto de una fusión con Caixabank, que finalmente se ha quedado con Banca Cívica, y prohibida por el Gobierno su participación en la puja por la catalana Unnim, Bankia presentó el 31 de marzo ante el Banco de España un plan de saneamiento que se sustenta en cruzar esta travesía del desierto en solitario.

En aquella fecha, el grupo presidido por Rodrigo Rato anunció que cumpliría por sí mismo con las exigencias que le obligan a sumar 5.070 millones en nuevas provisiones y capital. Es mucho dinero. El supervisor aprobó el plan, pero con algunas precisiones tendentes a mejorar la gestión y reducir el balance, incluidas desinversiones. Es más o menos lo mismo que dijo la semana pasada el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un informe sobre el sistema financiero español en el que dirigió su dedo acusador hacia Bankia.

Tal vez sea coincidencia, pero lo cierto es que tras las quejas sobre la gestión del grupo han empezado a circular noticias que apuntan al posible relevo del consejero delegado de Bankia, el alcoyano Francisco Verdú, un ejecutivo fichado por Rato hace un año desde la vicepresidencia de la Banca March, una entidad especializada en banca privada.

Para el banco participado por Bancaja, la solución a todos sus males pasaría por quitarse de encima todo el ladrillo que lo intoxica. Rato lleva tiempo insistiendo en ello. De Guindos se mostró a favor el lunes. El problema es cómo hacerlo. El llamado banco malo plantea muchos problemas, principalmente porque implicaría el recurso al dinero público, que el Gobierno rechaza de plano. Se está barajando la creación de sociedades inmobiliarias con inversores externos en las que los bancos tuvieran menos del 50 % para no tener que consolidar. Pero es una salida con muchas dudas en un momento en que el mercado de la vivienda está agonizante y no se ven los efectos de la respiración asistida.

La cuestión clave es que, mientras se debate todo esto, se acerca el 31 de mayo, fecha límite para las entidades financieras. Para entonces, Bankia deberá detallar cómo va a llevar a cabo las nuevas exigencias del supervisor. Si sus gestores consideran que pueden seguir adelante con su saneamiento y el Banco de España les avala, ese sería el camino inmediato.

Mercados y Gobierno, sin embargo, se inclinan por creer que Bankia no podrá hacer frente a sus necesidades y temen que su situación empeore en los próximos meses. El ejecutivo considera una prioridad encauzarla. Pero no es fácil. Una salida, también antes del día 31, sería la fusión. Sin embargo, tiene pocas opciones. Ninguna de las entidades pequeñas o medianas que siguen libres le aportaría la solvencia necesaria para dar lugar a otro banco viable. Sería repetir el error que dio lugar a Bankia al juntar a Bancaja y Caja Madrid. Solo Santander, BBVA y Caixabank tienen tamaño y salud para absorberla, pero los dos últimos están en otros procesos de fusión y los dos primeros parecen reservarse para comerse las entidades intervenidas (Banco de Valencia) o nacionalizadas (CatalunyaCaixa y Novagalicia Banco). Una posibilidad sería dar entrada en el capital de Bankia a un banco extranjero, pero hoy España no parece el lugar más adecuado para invertir en el sistema financiero y, de hecho, ningún banco del exterior se ha interesado por las subastas ya realizadas.

Aunque en los últimos días circuló el rumor de una inmediata intervención, los expertos dan por seguro que no se producirá por el daño que causaría al sistema y al país. Claro que en esta crisis hemos visto muchas cosas que parecía que nunca se producirían. Los expertos consultados ven más factible que Bankia, si no encuentra aliados y tampoco hay banco malo, recurra al FROB 3 a través de la deuda contingente convertible (cocos), un préstamo al 10 % que tiene el inconveniente de que, si la solvencia cae del 8 %, la diferencia se convierte en capital, es decir, el dinero público entraría en la gestión. También puede rezar para que se consume un cambio en el fondo europeo que permita inyectar directamente dinero en los bancos, sin pasar, como sucede ahora, por los Estados, que se niegan a utilizar esta fórmula.

Son diferentes, por tanto, las variables y, con un panorama tan negro, el quebradero de cabeza de Rato y compañía está garantizado.