Rodrigo Rato se encontró Caja Madrid en pérdidas cuando accedió a la presidencia de la entidad el 28 de enero de 2010. La entidad había entrado en números rojos en los meses previos a causa de la crisis económica y a su fuerte exposición al ladrillo. Pero en la situación dificultosa en la que se encuentra el actual grupo Bankia-BFA han sido tan determinantes los lastres de Caja Madrid como los de Bancaja, el otro gran socio de esta macrofusión. Ambas entidades y la filial de la segunda, el Banco de Valencia —ahora intervenido, tras desentenderse Bankia de su participación accionarial para que no lo arrastrase— son los principales causantes del gran lastre de 32.000 millones en ladrillo y suelo que aún tiene que sanear Bankia y que suponen el 21 % de todos los activos deteriorados que, según las estimaciones, acumula el conjunto del sector.

La enseñanza de Bankia —unir dos entidades tóxicas— no es insólita ni excepcional en la reciente historia de la reestructuración bancaria española, que comienza en 2009. En otros casos, cajas con esos problemas han llevado al atolladero a entidades sanas, solventes y acreditadas. Caja Navarra, considerada como una de las entidades más ejemplares de España, creó Banca Cívica con Caja General de Canarias y Caja Burgos, pero la posterior integración de la andaluza Cajasol, con elevados riesgos inmobiliarios, acabó abocando a la fusión a una situación insostenible. Cívica ha tenido que dejarse engullir por la Caixa.

La caja viguesa Caixanova era otra de las instituciones de crédito bien gestionadas. Quiso fusionarse con Cajastur y los actuales socios de esta, pero la injerencia política del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, forzó su unión con Caixa Galicia. La resultante fue que el deterioro de esta última arrastró a Caixanova. Hoy, la suma de ambas, Novagalicia Banco, está nacionalizada y con un futuro muy incierto.

El caso CAM

Los gestores designados por el Banco de España y el FROB en la intervenida CAM acaban de admitir que esta entidad hubiese arrastrado al desastre a Cajastur, Caja Extremadura y Caja Cantabria si estas tres cajas, tras detectar el falseamiento de las cuentas de CAM, no hubiesen roto su fusión con la entidad alicantina en marzo de 2011.

Las fusiones nacieron por la necesidad de tener un cierto tamaño para acceder en mejores condiciones de precio a los mercados financieros mayoristas y para lograr determinadas economías de escala, de forma que con el ajuste de costes se pudiera compensar el desplome de los ingresos que sufre la banca a resultas de la caída de la actividad por la crisis económica y el deterioro de los resultados originado por el derrumbe inmobiliario. Y todo ello era aún más necesario en España porque es el país europeo con mayor densidad de oficinas por habitante y exceso de capacidad instalada. Pero ahora que la presión política está tratando de imponer nuevas fusiones a grupos ya fusionados (Liberbank,Unicaja, BMN e Ibercaja), el temor vuelve a ser que integraciones no deseadas, lejos de mejorar las ratios de los protagonistas, los empeoren por su unión con grupos con más lastres.