La Torre de la Rosaleda, abierta hace tan sólo tres años, se ha convertido en uno de los edificios emblema de Ponferrada, localidad minera leonesa de 70.000 habitantes. Fue un signo de lujo y ostentación, en tiempos de bonanza. Hoy es el símbolo faraónico del exceso y del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. El banco que financió la operación, Bancaja, tuvo que cargar con el muerto de los préstamos impagados. La obra corrió a cargo de Begar, entidad presidida por José Luis Ulibarri, uno de los 71 imputados en la rama madrileña del caso Gürtel y que en Valencia dominó 13 de los 14 canales de la TDT y consiguió contratos por valor de 70 millones de euros.

El rascacielos cuenta con 106 viviendas de las que sólo se han vendido 36. Y ese ha sido el principal obstáculo para sus propietarios, quienes no han podido hacerse con las riendas de la comunidad del edificio hasta hace solo unos meses. Hogalia, la promotora perteneciente al grupo asturiano Mall, que se encargó de gestionar la venta y alquiler del edificio, que fue también la responsable de poner en marcha la comunidad de vecinos, se convirtió en la peor pesadilla de los propietarios. Hogalia desapareció seis meses después de que llegasen los escasos propietarios a sus viviendas, dejándoles cerrados todos los contratos de suministros y limpieza. Contratos que sí podrían haber sido asumidos si se hubiera pagado la comunidad de todos los pisos. Pero no fue así. La promotora no pagó ni un mes de comunidad y alcanzó una deuda de 240.000 euros. No sólo eso, las viviendas que no habían sido vendidas fueron alquiladas, pero nadie abonó las cuotas de la comunidad correspondientes a esos pisos.

Sin noticias de Bankia

El cambio de los contratos de la comunidad tampoco es una solución a largo plazo, tienen que venderse el resto de las viviendas. «Pero nadie acude a las subastas, quién va a comprar una deuda, y más sabiendo que los pisos están siendo alquilados», apunta Lucía Delgado, portavoz de los vecinos, quien señala que lo único remedio sería que Bancaja (ahora Bankia) «ejecute los pisos y los libere». Sin embargo, la entidad financiera no parece estar por la labor. «Ya hablamos en el pasado con Bancaja, pero no tienen ningún interés. No lo entiendo, porque estos pisos sólo les están dando gastos. Espero que Bankia no piense lo mismo», resalta. También está el inconveniente de la titularidad de los pisos.

Según explica Delgado, la promotora vendió todo a la empresa Almaguer SL. También hay otra compañía, Homerenting, que se dedica a alquilar las viviendas. Eso sí, Hogalia es el nombre que aparece en el registro de la propiedad. «Estamos convencidos de que la promotora vendió los pisos a cambio de nada, sólo para que se hicieran cargo de la hipoteca. Pero nadie pagó los millones que cuesta el impuesto de transmisiones, por eso sigue apareciendo Hogalia en el registro», afirma.

Los propietarios están cerca de la desesperación. No quieren llevar a un pleito a la promotora desaparecida porque están convencidos de que no le van a sacar un euro. La única solución que han encontrado, de momento, es resolver los contratos de la comunidad, «que eran sangrantes» y volver a crearlos bajo una nueva directiva. Sólo en el caso del suministro eléctrico, este trámite les obligó a permanecer varios días sin luz en el inmueble, aunque sirvió para que los alquilados abandonaran el inmueble. Ahora, ya disponen de electricidad, pero a medio gas. De los cuatro ascensores del edificio, tan sólo uno funciona; en cuanto a la iluminación de las zonas comunes, ésta sólo se puede utilizar en los espacios en donde hay viviendas habitadas. Tanto de lo mismo con el servicio de limpieza, «ahora cada vecino se ocupa de limpiar el portal cuando le toca, y lo mismo con las escaleras», explica Delgado.

Pero la polémica con la torre lleva formándose desde mucho antes de su construcción. La Federación de Vecinos de la Comarca del Bierzo llegó a ganar hasta cuatro demandas judiciales, no sólo contra la puesta en marcha de la torre, sino también de los edificios que la coronan. Las demandas, aunque exitosas, no sirvieron para nada. «El Ayuntamiento aprobó el desarrollo de la zona en el nuevo plan urbanístico, y contra eso no pudimos hacer nada», asegura Pilar Martín, presidenta de la entidad.

La polémica sólo ha servido para que la torre pierda su encanto inicial. Un «glamour» que se puso de manifiesto ocho años atrás, cuando el periodista ponferradino Luis del Olmo colocó la primera piedra del rascacielos en el que ubicaría su propia emisora. La torre aún espera a que lleguen los micrófonos.