Los jóvenes son, con diferencia, los ciudadanos más azotados por una crisis en España que ha elevado la cifra de paro de su grupo de edad hasta el 46,4%. Sin embargo, la media española llega a parecer una cifra contenida en comparación con la de la Comunitat Valenciana que, pese a un ligero descenso, alcanzó una tasa de desempleo juvenil del 57,3% el pasado mes de julio.

Así las cosas, y cada vez con menos opciones para acceder a un empleo estable, los ciudadanos de la Comunitat Valenciana menores de 25 años se encuentran seriamente limitados a la hora de elegir una trayectoria profesional relacionada con sus estudios y su formación. Por un lado, la generación que apostó por el dinero rápido del sector de la construcción ahora cree, cada vez más, en el retorno a las aulas para dar un giro completo a su truncada trayectoria laboral. Por el otro, aquellos jóvenes con estudios superiores se han topado con un panorama laboral que les da a elegir entre dos opciones: aceptar trabajos en su mayoría temporales y mal remunerados, o buscar una salida mejor en el extranjero.

Y eso en el mejor de los casos, puesto que, según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), el paro juvenil en la Comunitat Valenciana alcanzó el 57,3% el pasado mes de julio, lo cual ha propiciado una dinámica de desánimo e inseguridad que se acrecienta por la escasa autonomía económica y vital entre sus ciudadanos más jóvenes.

Un mercado laboral más precario

El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), en su informe «Los jóvenes y el empleo en tiempos difíciles», se ha ocupado de cuantificar gran parte de estos fenómenos derivados de la crisis en el mercado laboral. El estudio, fruto de una muestra de más de 2.000 jóvenes españoles que se han incorporado al mercado laboral durante los últimos cinco años, muestra varios datos clave. Uno de ellos es que el 45% de la población activa menor de 25 años en Valencia ha decidido abandonar voluntariamente su actual empleo, casi siempre precario, para mejorar su formación y adaptarla a las nuevas necesidades del mercado de trabajo —aunque el temor al desempleo ha bajado esta cifra a niveles del año 1999—.

Empleados en la restauración

Además, y según datos del observatorio laboral Bancaja-Ivie, el sector de la restauración y el de servicios privados (en su mayoría basado en pequeñas y medianas empresas) son los que acogen a más del 42% de la juventud contratada. Le siguen las ramas del comercio (14,4%), la educación (8,1%) y la construcción (7,4%) en esta fotografía de la ocupación juvenil en España.

Este dato contrasta con otro resultado del observatorio que afirma que, de entre todos los jóvenes que entraron al mercado laboral el pasado año, más del 56% prefería ser funcionario. Sin embargo, las puertas del sector público sólo se abrieron ese año para un 16% del total de este grupo social. Tal y cómo afirma José María Peiró, coautor de este estudio y catedrático de Psicología Social de la Universidad de Valencia, «uno de los problemas más importantes es que hay una creencia entre los jóvenes y las familias de que la crisis se resolverá y que todo volverá a ser como antes. Eso ha dado lugar a un compás de espera; a una forma de interpretar pasivamente la crisis que no favorece la toma de soluciones innovadoras».

Como consecuencia, todo parece indicar que tanto la capacidad emprendedora como la exigencia a la hora de entrar a trabajar, han disminuido. De hecho, sólo el 4% de los jóvenes españoles en el ámbito urbano decidieron emprender un negocio en el pasado año 2011, mientras que un 43% de ellos se mostraron indiferentes a la hora de buscar un reto en su futuro puesto laboral. Igualmente, la escasa movilidad a la hora de buscar un trabajo sigue presente entre los jóvenes, y sólo un 5% decidió cambiar de ubicación para acceder a un contrato.

Estudios sí, pero bien escogidos

Pese a que el informe no es el primero que hace hincapié en el fenómeno de la vuelta a las aulas de muchos de estos jóvenes como forma de «resetear» sus elecciones profesionales hasta el momento, indica que su formación es cada vez mayor (con una media de entre 12 y 13 años de estudios en el año 2011, y según se trate de zonas periféricas o urbanas, respectivamente). Además, el 34% de los jóvenes posee algún título de formación superior , ya sea en forma de grado superior (9,7%), de carrera universitaria (22%) o de máster (2%). También destaca el hecho de que son las mujeres —y en especial las que viven en los centros urbanos— las que mayor capital humano y formación atesoran de entre todos los colectivos de ciudadanos jóvenes que fueron encuestados.

Para Peiró, sin embargo, la clave radica ahora en saber qué estudiar; en conocer las necesidades del mercado laboral y tratar de amoldarse a ellas mediante esta formación adicional: «Hay muchos jóvenes descontentos con su trabajo que deciden abandonarlo para volver a estudiar, lo cual es positivo. Pero conviene saber que no cualquier estudio les va a dar las oportunidades necesarias. No deben mirarse unos estudios porque resulten más económicos o estén más cerca, sino que se deben analizar estratégicamente las oportunidades que ofrece el entorno», asevera. Conocer con corrección varios idiomas también es importante para el experto, que recuerda que «estamos en un entorno de movilidad laboral donde este conocimiento puede facilitar un nuevo trabajo».

Minimizar el «efecto desánimo»

No cabe perder de vista que, tras muchas de las decisiones tomadas en el marco de la crisis, se halla un sentimiento de desánimo del que no pocos jóvenes se han contagiado desde que la crisis eclosionara en el año 2008. Como consecuencia, la decisión para emprender un negocio o, directamente, buscar un trabajo, ha caído enormemente.

En opinión del sociólogo Albert Mora, profesor asociado de la Universidad de Valencia, «estamos frente a una generación perdida; en un momento de ruptura con jóvenes que han visto sus experiencias vitales truncadas. Considera que «no se puede cuantificar tal desánimo», pero que es cierto que «hay muchos jóvenes que están sufriendo efectos de inestabilidad emocional. Aunque también hay otros que han transformado este sentimiento en una energía reivindicatoria y de movilización frente a un sistema degradado», comenta.

Esta proactividad, que se ha visto reflejada en movimientos sociales relativamente recientes como el 15-M, es algo que Mora considera una respuesta lógica y necesaria a las imposiciones del actual sistema social y laboral: «No sabemos si este descontento joven se traducirá en cambios sociales más importantes, pero lo cierto es que no hay soluciones rápidas para la precarización del mercado de trabajo. Si los jóvenes pierden la conciencia sobre las pésimas condiciones laborales actuales, será difícil luchar contra ello y les perjudicará aún más. El cambio debe pasar por ellos y por sus decisiones», asegura el sociólogo.