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Con pólvora del rey. Así disparó la Autoridad Portuaria de Valencia en 2007, cuando, con la excusa de la celebración de la Copa del América, encargó un yate de recreo por el que habría pagado un 25 % más de lo que era común incluso en aquellos años de absoluto frenesí, según fuentes del sector náutico valenciano consultadas por este diario, que calificaron ayer de desmesurado que la institución abonara por el citado yate 4,1 millones de euros, dado que un barco de similares características no debería haber superado los 3,1 millones en aquel momento. Una de las firmas del sector consultadas asegura que, en estos momentos, con la subida que se ha producido en los costes de esta actividad, pese a la crisis, no se fabricaría por menos de 3,4 millones. Y estamos hablando, en este caso, de un yate de idénticos parámetros, pero con unos niveles tecnológicos y de lujo superiores, lo que aún resulta más llamativo. Como afirmaba una de las fuentes consultadas, el astillero «debió ganar mucho dinero».

Alfibe, de Benicarló, pertenecien­te al grupo Orero, fue el adjudicatario por concurso público de un buque, destinado «a representación corporativa», de 28 metros de eslora, 6,7 de manga y 2,9 de calado, con un desplazamiento de 95 toneladas y una capacidad para transportar a 50 pasajeros y 10 tripulantes. La empresa está especializada en buques pesqueros y guardacostas „en abril de 2012, una delegación del Ejército libio visitó sus instalaciones interesada en sus productos„ y construyó el yate de la APV a partir de una casco base utilizado para fabricar pesqueros y patrulleras para la Guardia Civil. Así que no era un casco exclusivo para el puerto, ya que «adaptaron la parte de arriba al modelo».

Una de las cuestiones más sorprendentes del buque, que, como afirma un dossier informativo de la propia empresa, responde a un pro­totipo que no podrá navegar «en ningún momento a más de 15 millas de un puerto de refugio ni a más de 3 millas de la costa», es que incluye un camarote principal „cama doble, baño completo y zona de descanso con sofá, además de climatizado y con equipo audiovisual„ un camarote de invitados „dos camas en paralelo, aseo completo, climatizado y con equipo audiovisual„ y dos camarotes para la tripulación. Las fuentes consultadas aseguran que un yate con las misiones que debe realizar el del puerto „agasajar a clientes y autoridades en el interior del recinto y zonas limítrofes„ no debería contar con esos complementos, propios de un navío a utilizar para desplazamientos de mayor recorrido.

Las citadas fuentes aseguran que a la APV le hubiera resultado mucho más rentable adquirir un catamarán, que «es más estable y menos caro», o incluso optar por el alquiler de un yate para un determinado número de salidas anuales, lo que le hubiera ahorrado, además de los 4,1 millones de la adquisición, los 200.000 euros que paga cada año por el mantenimiento y la tripulación, sin contar el coste del seguro. Los gastos de amarre, obviamente, no los paga.

Para este menester del mantenimiento del «Valencia Port», como fue bautizado el yate, la APV tuvo que realizar un nuevo concurso por el que se adjudicó el contrato a la empresa valenciana Burriel y Navarro, especializada en trabajos subacuáticos. Pese a todo, la institución siempre ha defendido que la inversión, propia de una época «en que no se valoraba el dinero», como afirma una fuente del sector, no está infrautilizada y que no es cierto que sea habitual ver al buque atracado en la Marina, dado que todas las visitas se realizan con esta embarcación.