"Yo no huyo de Valencia. No tengo ningún problema con mi vida aquí y es completamente falso que alguien me haya increpado en la calle o en un restaurante. Pero tengo 60 años y dos hijas en Madrid, y el 80% del trabajo que tengo ahora está allí, así que lo normal es que me vaya a vivir a Madrid. A lo mejor dentro de seis meses". José Luis Olivas, ex presidente de la Generalitat, de Bancaixa y del Banco de Valencia, va ahora por la vida sin coche oficial, que ha utilizado ininterrumpidamente desde 1991, y disfruta de la comodidad de no usar corbata y no tener horario mientras los tribunales de justicia examinan si hubo delito en la gestión de Bankia, donde fue vicepresidente, y del Banco de Valencia.

"Hay alguien que está extendiendo mentiras sobre mi, para perjudicarme. Yo sé quiénes son y lo que quieren". Olivas, vestido con jersey y americana, se indigna con que se diga que le han increpado por la calle por su gestión al frente de las dos entidades financieras. "Me preguntó un amigo que si me habían dicho no sé qué en la cafetería Aquarium, de la Gran Vía... ¡Pero si yo no voy por ahí desde hace veinte años! Es mentira. Al contrario, la gente se me acerca y me saluda. Llevo mi vida como la llevaba antes, una vida normal".

Al hacerle notar que no le felicitarán por la calle quienes han perdido sus ahorros con las participaciones preferentes o suscribiendo acciones de Bankia a 3,75 euros que hoy se pagan a 0'39, o los que lamentan que dos entidades financieras señeras hayan sido nacionalizadas y estén sumidas en la crisis, Olivas se pone a la defensiva: "Es que quien no tenga en cuenta que estamos en una crisis que tiene al país hundido, que España ha estado varios años con el crédito cerrado y que atravesamos el peor momento de la economía nacional desde la Guerra Civil no tiene ni idea". "¿Que si alguna responsabilidad tendré yo? Sé que he hecho alguna cosa mal. Ya la diré más adelante, pero no siento remordimientos, duermo sin problemas".

El nuevo "trabajo" al que Olivas se refiere es el que siempre tuvo, el de abogado: "Nunca he dejado de estar colegiado, y todos estos años, excepto los que estuve en la Generalitat, he cotizado como autónomo. Incluso en Bancaja, donde nunca he tenido sueldo ni contrato, ni tampoco plan de pensiones, en contra de lo que se dice. Yo era presidente no ejecutivo, como un consejero más que podía deshacer los empates, pero no llevaba la gestión ni en Bancaja ni en el Banco de Valencia, y eso lo sabían todos".

Tras desvincularse de estas dos entidades financieras, Olivas es ahora consultor privado, asesor con clientes en Madrid y Valencia. "No hay incompatibilidad, no existe más que la obligación de abstenerse si hay una operación en la que un consejero tiene intereses", responde. Y la que pudiera derivarse de su cargo de ex presidente del Consell se extinguió a los dos años de dejar el puesto. Tiene derecho, por ley, a coche oficial, despacho, asesor y sillón en el Consell Jurìdic Consultiu, pero no tiene previsto acogerse a él, "de momento". El único cargo que conserva es el de presidente del consejo territorial de Iberdrola en la Comunitat Valenciana, por el que recibe una parte del dinero con el que paga sus facturas. Y también es miembro nato, como ex jefe del Consell, de las ejecutivas provincial y regional del Partido Popular, pero no va nunca a nada.

Se resiste a hablar de las causas del naufragio de Bankia y del Banco de Valencia, de si fueron económicas, políticas o ambas y en qué porcentaje. Primero se limita a subrayar que en la querella por el caso Bankia, la presentada por UPyD, él está como un imputado más "aunque eso es un disparo al aire, nada sustancioso". Y en la querella del Frob por el caso Banco de Valencia, a la que concede más enjundia, figura solo como testigo, no va contra él, que sí está imputado en la causa iniciada por Apabankval, de la que opina lo mismo que de la de UPyD. "No debo hablar, está sub judice", responde. Luego recuerda que el juez le preguntó si habría accedido a la fusión Bancaja-Caja Madrid. "Le dije: 'Voluntariamente, no'."

A regañadientes y con medias palabras deja caer que era la CAM la que debía fusionarse con Caja Madrid, y Bancaja lideraría otro grupo absorbiendo dos entidades pequeñas, pero alguien que debía hacerlo no le avisó de que CAM y Caja Madrid habían roto y eso dejaba vía libre a la dilución de Bancaja en Bankia. Muchos han cuestionado el proceso, dirigido con claves políticas y no financieras. El último, José Enrique Silla, quien criticaba en las páginas de Levante-EMV hace días que un concejal de Hacienda hubiera alcanzado la gran banca. "Ese señor no comenta que él quería ir de número 2 en la lista municipal del PP (en 1995 detrás de Rita Barberá), y fui yo. Eso tiene contra mi".