El todo o la nada, el blanco y el negro, el «pelotazo» o la nada... Así se jugaba en la liga de la burbuja inmobiliaria, cuando grandes extensiones de terreno pasaban de ser suelo rústico o forestal sin ningún futuro a escenario idílico para cientos de viviendas que se vendían para clientes «exclusivos» con el inevitable campo de golf al lado.

Ahora, la Sociedad de Gestión de Activos Inmobiliarios procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), conocida como el «banco malo» saca a la venta algunos de los activos «dañados», según su propia terminología, procedentes de los bancos y entidades de crédito que han sido nacionalizados o han necesitado «refinanciación». Es la herencia envenenada que deja el estallido de la burbuja inmobiliaria. Entre estos activos, presuntos, se encuentra en lugar destacado, por su superficie, la finca de Casas Nuevas, en Requena, un ejemplo de territorio de escaso valor y nula rentabilidad al que la burbuja ofrecía una posibilidad real de convertirse en un gran negocio: bastaba con que la Administración hiciera posible la urbanización del suelo rústico.

A 15 kilómetros de Requena, camino de Cofrentes, se encuentra la finca de Casas Nuevas. Con una superficie original de 1,5 millones de metros cuadrados— hace unos años se desgajó medio millón de metros cuadrados para uno de los hermanos Lladró—, la propiedad estuvo en manos de distintos empresarios que enterraron en ella miles de euros buscando aparentemente una rentabilidad que no llegó nunca. Se roturaron nuevas parcelas, se plantaron viñedos y almendros que se arrancaron y fueron sustituidos por olivos; se instaló el riego por goteo...

De la nada al todo

En 2005, con la burbuja en plena expansión, el Ayuntamiento de Requena, entonces de mayoría socialista, presentó su borrador de Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). El documento contemplaba 3 urbanizaciones con 8.000 nuevas viviendas en una población de 20.000 habitantes. Entre los proyectos figuraba la finca Casas Nuevas, donde un promotor—el terreno había acabado bajo el control de Bancaja—ofrecía convertir algo más de un millón de metros cuadrados en suelo residencial disperso con «solo» 1.029 viviendas. Y campo de golf.

Ni la carencia de recursos hídricos ni la proximidad del Parque Natural de las Hoces —Casas Nuevas está en la zona de amortiguación de impactos— fueron obstáculo para que el Suelo Urbanizable Residencial (SUZR-16) fuera pasando de un borrador a otro del PGOU. Sólo en mayo de 2011, cuatro años después de que estallara la burbuja, la Dirección General del Medio Natural de la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Urbanismo y Vivienda solicitaba al ayuntamiento la «desclasificación» del suelo. La virtual urbanización de lujo dejó de existir y su extraordinario valor económico, también virtual, se disipó en un instante. Su valor real lo dictará el mercado en unas semanas.