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Banca

Bancaja refinanció 370 millones a Ferri y Baldó sin tasaciones válidas

Varias sociedades de los empresarios estaban en quiebra y se aprobaron en plena crisis de la caja

Mientras la mayoría de las pymes sufrían lo indecible para renovar sus pólizas de crédito tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, Bancaja y su filial Banco de Valencia no tuvieron tantos reparos para refinanciar los más de 500 millones de dólares (cerca de 370 millones de euros) que a finales del año 2009 les debía el grupo Grand Coral, el conglomerado que ambas entidades habían constituido junto a los empresarios benidormís Juan Ferri y José Baldó para construir miles de viviendas en el Caribe mexicano y en Baja California.

Una operación que se aprobó con un único voto en contra en el consejo de administración de la caja valenciana a pesar de que las garantías que se ofrecieron eran más que dudosas. Para empezar, porque no se aportaron tasaciones válidas de los terrenos financiados. Pero, además, porque al menos dos de las sociedades que constaban como garantes „Inmacor y Cabo Península Inmobiliaria„ se encontraba en situación «de quiebra técnica»; y otra de ellas, Proyectos y Desarrollos Hispanoamericanos (PDH), tenía en sus cuentas una salvedad del auditor, en la que se alertaba de que podía encontrarse en «causa de disolución» por las pérdidas que acumulaba y su descapitalización.

Así consta en un informe realizado por la consultora PwC, que sirvió para que los nuevos responsables de la entidad, ahora integrada en Bankia, denunciaran ante la Fiscalía los negocios que la caja realizó con los empresarios benidormís, lo que desembocó en la apertura de una investigación por parte de la Audiencia Nacional. Tras cinco años de vorágine compradora, en la que el grupo Grand Coral adquirió millones de metros cuadrados de terrenos en la Riviera Maya y el estado de Baja California , la mayoría de las sociedades del conglomerado llegó a finales de 2009 sin poder hacer frente a los generosos préstamos que Bancaja y el Banco de Valencia les habían concedido para financiar estas adquisiciones. Tan sólo uno de los proyectos, el de la Torre Emerald en Cancún, presentaba un grado de ejecución y de comercialización aceptable, mientras que en el resto apenas se había movido una piedra. Ninguna de ellas generaba ingresos para pagar las cuotas y la mayoría ya registraba algún impago.

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