Los paralelismos entre las conclusiones del Foro de Davos, celebrado para debatir sobre los problemas a los que se enfrenta el mundo, y las revoluciones industriales por las que han atravesado nuestras sociedades, muestran puntos en común. La humanidad vivió la primera revolución industrial entre 1800 y 1900. Puso en marcha todo esto para descubrir posteriormente una segunda revolución industrial entre los años 1900 y 1970. Aquel today tomorrow de Henry Ford dio paso a una tercera revolución industrial „de 1970 en adelante„ con la microelectrónica. El Foro de Davos, ese encuentro en un lugar tranquilo de la neutral Suiza que este año ha contado con 2.500 participantes de 100 países, nos avanza eso de la cuarta revolución industrial. Un ejemplo más de la nueva normalidad que llamamos cambio y que ha condicionado hasta la fecha el hecho de que más de la mitad de los negocios de cualquier industria estén obligados a transformarse.

A pesar de sus agoreros y detractores, habituales a casi cualquier transformación, la cuarta revolución industrial es imparable. No depende de nosotros, como no lo es el crecimiento incesante de internet. Conlleva, lógicamente, muchas ventajas que han de ser aprovechadas por empresas, empleados, ciudadanos, sociedades y, en particular, gobiernos, que juegan un papel esencial en la adaptación de la industria 4.0. Es mismo esfuerzo que precedió y se implantó para que las sociedades asumieran la primera y segunda revoluciones industriales, que nos han llevado donde estamos.

¿Qué sería de nuestra civilización sin sus avances? No debemos olvidar que en las últimas tres décadas, la aplicación masiva de tecnologías digitales ha reducido tanto los costes de la información de los productos como la de los servicios. Calculando el ritmo actual de cambio tecnológico, desde aquí hasta el final del presente siglo XXI, habremos tenido del orden de 20.000 años de progreso, unas mil veces más de los conseguido durante el s. XX. Bajando al terreno, resulta necesario hablar de las soluciones que acompañarán a este esfuerzo que implica la sociedad del conocimiento. Desde la ingeniería industrial lo tenemos claro: vemos claramente el esfuerzo de toda una sociedad donde todos tienen que actuar (gobiernos, empresas, institutos tecnológicos?) pues se trata de un objetivo común en el que nos va a cohesión social, más allá de asustarse y dejarse llevar por los malos augurios previos a cualquier cambio.

Revolución industrial

Toda revolución industrial y tecnológica tiene un doble carácter: el significativo crecimiento de nuevas industrias, productos e infraestructuras los convierte en nuevos motores de la economía y eso conforma los nuevos modelos de negocio y relación interpersonal. Impulsa la reconversión de la estructura productiva existente, da un salto cualitativo en el aumento de la productividad y en la disminución de los costes.En la Comunitat Valenciana tenemos el precedente del ladrillo, que nos ha conducido a la situación actual. A partir de aquí, está el papel de los gobiernos y las sociedades para recuperar la situación de empleo y bienestar previos, aun asumiendo el grave problema de financiación por el que atravesamos y que debe resolverse para alcanzar los objetivos deseados.

Muchos de estos planteamientos los recogimos, desde el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales, en el Manifiesto para la Reindustrialización de la Comunitat Valenciana, en el que se plantean algunos de los postulados que Davos ha constatado como dogma de fe. Necesitamos adaptar esta nueva realidad a nuestro tejido empresarial, a nuestras pymes, empresas, universidades, institutos tecnológicos e incorporar el apoyo de la Administración, la formación y la cultura del esfuerzo. De esta manera, nuestra sociedad y sus empresas conseguirán incorporar la inercia de la cuarta revolución industrial y disfrutar de sus beneficios. Se trata de algo imparable, un tren que no se debe de perder, de nuevo. El Colegio estará al lado de la sociedad valenciana para favorecer su llegada y asimilación.