Como un castillo de naipes que amenaza con su inmediato derrumbe conforme se le añaden cartas, las bolsas no cesan de recibir mensajes cada vez más inquietantes que las tienen al borde del pánico. A la preocupación por una posible recaída en la recesión mundial por la situación de los emergentes, la parálisis europea, el cambio de modelo en China y el descenso alarmante en los precios de las materias primas, se sumó ayer la posibilidad de una crisis bancaria en Europa. La Bolsa española se desplomó el 4,88 %, su mayor caída desde agosto de 2015. Con la prima de riesgo al alza „de 148 a 159 puntos en un día„, el Íbex 35 bajó a los 7.746 enteros, con lo que las pérdidas de febrero se elevan al 12,13 % y las anuales al 18,84 %. En lo que llevamos de semana, el descenso roza el 9 %. La capitalización de las empresas del indicador se ha reducido desde que se inició el año en más de 100.000 millones, el equivalente del 10 % del PIB. Las pérdidas en lo que llevamos de semana se aproximan a los 50.000 millones.

En el resto de Europa, con el euro cada vez más fuerte, en 1,13 dólares, el resultado de ayer fue igual de negativo, ya que Milán bajó el 5,63 %; París, el 4,05 %; Fráncfort el 2,93 %, y Londres el 2,39 %. Los descensos en todo el continente tuvieron un denominador común: el hundimiento de sus principales bancos. En España, la caída estuvo liderada por Bankia, con más de un 7 %, pero afectó casi por igual al BBVA, Santander y CaixaBank. Las noticias sobre la debilidad de otros sistemas financieros provocaron desplomes históricos como el 12 % de la Société Générale francesa, el 6 % de los alemanes Commerzbank y Deutsche Bank, y el desplome de las entidades italianas: Banca Monte dei Paschi di Siena (9,88 %), Banco Popolare (8,71%) y Unicredit (7,03%). Todas ellas, cabe consignarlo, cruzaron airosas la crisis financiera que al inicio de la década azotó a la periferia europea y provocó, entre otras consecuencias, la desaparición de las cajas de ahorros españolas y el rescate del país en 2012.

Por tanto, el temor a que esos bancos no tengan la fortaleza suficiente y a que necesiten recapitalizarse o reestructurarse contribuyó ayer a sembrar el miedo en unos mercados bursátiles extremadamente sensibles en los que se están produciendo enormes pérdidas, pero, como son un juego de suma cero, también cuantiosos beneficios. La directora general de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros de Valencia, Isabel Giménez, aseguró ayer a este diario que los inversores institucionales que realizan operaciones intradía, es decir que compran y venden acciones en la misma sesión y «obtienen su rentabilidad de las grandes horquillas de precios», son los que están obteniendo cuantiosas ganancias en estas jornadas de gran volatilidad. No hay que olvidar al respecto que el miércoles, tras dos días de descenso, el Ibex registró un rebote de casi el 3 %. Muchos inversores venden para forzar la caída del valor y recompran a continuación a buenos precios. ¿Quién suele salir perdiendo?. Según Giménez, «los pequeños inversores», que entran en pánico y deshacen posiciones antes de hora por el miedo a perder más o todo. El director de Renta 4 en Valencia, Juan Espinós, coincide, aunque matiza que los beneficiados en realidad son unos pocos, porque descensos bursátiles como los actuales implican un pérdida de riqueza que afecta a inversores y empresas por igual.

De ahí que tanto Giménez como Espinós recomienden al pequeño inversor que actúe con paciencia, «si está dentro» y mire al largo plazo, y con prudencia para no añadir nuevas posiciones. Y también que si invierte lo haga con dinero que no va a necesitar a corto plazo.