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Desaceleración de las grandes economías

Miedo al frenazo global

El empeoramiento de las previsiones de crecimiento pese a las políticas monetarias ultraofensivas de los bancos centrales acrecienta las dudas sobre la salida de la crisis

Banco Mundial, FMI, OCDE y Comisión Europea han revisado a la baja en el último mes y medio sus perspectivas de crecimiento para la economía global. La UE lo hizo por segunda vez desde septiembre. Todos los organismos internacionales aprecian síntomas de ralentización. Las Bolsas (por más que tiendan a sobrerreaccionar) también. Nueve años después del estallido en EE UU de la Gran Crisis y ocho desde su contagio a Europa, el crecimiento es vacilante y débil, muchos desequilibrios no han sido resueltos „y algunos siguen al alza„ y el miedo volvió aunque en el fondo jamás se hubiera ido.

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), dijo en noviembre: «El crecimiento global es el más débil desde 2009; la reacción de la Eurozona, la menor desde 1998; y la recuperación está siendo, con perspectiva histórica, excesivamente larga». «Es una década perdida», dijo en octubre, en la Bolsa de Nueva York, Ken Polcaire, director de O'Neill Scurities. Y Jonathan Stubbs, estratega del banco estadounidense Citi, afirmó el pasado día 5: «El mundo parece atrapado en una espiral circular mortífera. Y esta espiral de muerte no beneficia a nadie».

El inversor George Soros sostuvo el 7 de enero, en pleno derrumbe de las Bolsas chinas, que los desafíos que afronta la economía mundial se asemejan demasiado a los que precipitaron la crisis en 2008. No hay unanimidad sobre ello. Mientras crecen las voces que vaticinan una nueva recesión (y cuyo desencadenante volvería a estar muy probablemente EE UU), son también muchos los analistas que descartan un derrumbe catastrófico adicional y se inclinan por la hipótesis del «estancamiento secular» o «nueva mediocridad»: una prolongada agonía de falta de pulso económico, crecimientos pusilánimes, inflación baja, tipos de interés nimios, falta de inversión y desconexión entre la ocupación y el nivel general de precios.

Un año decisivo. El sábado, en Shanghái, los ministros de Finanzas y gobernadores de los bancos centrales del G-20 diagnosticaron un escenario de «vulnerabilidad» pero no „o no por ahora„ de recesión. Este año puede ser determinante para que la economía se decante por una u otra hipótesis. Hace doce días, John England, vicepresidente de la auditora y consultora Deloitte, aseguró: «2016 será el año en el que todo se decidirá».

Quienes descartan un nuevo retroceso global se aferran a la constatación de que el PIB mundial y el de las principales economías (con la excepción de Rusia y Brasil, que están en decrecimiento, y de Japón, que se tambalea al borde de la recesión y se contrajo en el último trimestre), siguen en tasas positivas de crecimiento (incluida China) por más que se trate de ritmos reducidos para los parámetros que les son propios, y pese a los evidentes síntomas de ralentización generalizados en todo el planeta.

El argumento, siendo cierto, omite un dato crucial: el pusilánime crecimiento global, y en el que ya no se atisban locomotoras claras tras el debilitamiento del PIB de EE UU en el cuarto trimestre y la desaceleración de China y de otros emergentes, se produce en un contexto de intervención y salvamento sin precedente de la economía por parte del sector público, con los grandes bancos centrales lanzados a una ofensiva monetaria de tipos de interés casi en el 0%, tasas negativas a la banca (vigente en la Eurozona, Japón, Suiza, Suecia y Dinamarca, mientras la Reserva Federal, de EE UU, dijo este mes que no descarta esta opción si fuese necesaria) y la inyección gigantesca de 7 billones de dólares con los distintos programas aplicados desde 2008 para expansionar la base monetaria.

Pese a esta ofensiva sin parangón, con el petróleo actuando como un estímulo para el crecimiento de las economías importadoras (cayó hasta los 26 dólares por barril en enero) y tras casi un decenio de políticas anti-crisis, saneamientos bancarios, reformas y planes de estímulo, 2016 se estrenó con turbulencias violentas en los mercados, síntomas globales de enfriamiento y dudas sobre la sostenibilidad de la recuperación. Visto así, la incertidumbre actual deja escaso margen para la tranquilidad. Y más cuando el sector financiero ha vuelto al centro de la preocupación.

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