El BCE «no puede crear por sí solo las condiciones para una recuperación sostenible del crecimiento» en la eurozona. La frase pronunciada este lunes por el representante francés en el directorio del Banco Central Europeo (BCE), Benoit Coeuré, es suficientemente ilustrativa de la necesidad de acudir al psiquiatra en que vive la UE, donde solo el instituto emisor está actuando con contundencia para afrontar los acuciantes problemas económicos que se abaten sobre la zona.

Mientras las consignas de la austeridad —austericidio que dicen algunos— emanadas desde Alemania y sus adláteres siguen cerrando a cal y canto la opción de cualquier política fiscal expansiva que despierte de una vez a la adormilada economía europea, solo el presidente del BCE, Mario Draghi, ha puesto toda la carne en el asador para revitalizar la eurozona, que afronta un complicado escenario de exceso de deuda, incertidumbre sobre la solvencia de la banca de varios países, débil crecimiento y el fantasma de una nueva recesión mundial.

Artillería

El BCE sacó buena parte de sus últimos recursos de artillería el 10 de marzo, cuando situó el precio del dinero en el 0 %, para tratar de que el crédito llegue a empresas y familias. Está por ver cuál es su recorrido y sus efectos, pero no parece que vaya a ser la panacea. Se necesitan otros actores y otras armas.

El banquero francés lo expresó de forma palmaria al reclamar un esfuerzo concertado en términos de políticas económicas y fiscales, incluyendo «ambiciosas reformas» que permitan elevar la productividad y mejorar el entorno de negocio, incluyendo las infraestructuras públicas, para impulsar así la inversión y la creación de empleo.

Es lo que vienen exigiendo desde hace años tantos y tantos economistas y políticos, pero de momento nadie les ha prestado la debida atención ni en Bruselas, ni en Berlín. Mario Draghi evitó que el euro se rompiera tras la crisis griega y ha seguido poniendo parches en todas las costuras que se han ido resquebrajando, pero Europa necesita un plan de expansión, con objetivos, reformas y dinero fresco encima de la mesa, que ejerza de locomotora de las economías del continente, y eso no está en manos del BCE, ya bastante agotado en sus esfuerzos.