Empresas y sindicatos de la estiba volvieron a reunirse ayer por la tarde y el resultado fue el mismo que en los últimos intentos: no hay trato. El convenio laboral de la estiba sigue bloqueado por la negativa de la patronal estatal Anesco y de las empresas valencianas agrupadas en Sevasa a aceptar incluir como actividades propias de los estibadores labores como el pesaje de contenedores o la carga y descarga de vehículos. Eso es, las conocidas como actividades complementarias.

Ante esta negativa, motivada por el riesgo a multimillonarias sanciones de la CNMC (hasta el 10% de su facturación de cada empresa), la negociación se halla en punto muerto y sin visos de resolverse. Ayer desde el comité de empresa y la patronal Sevasa se daban por paralizados los contactos hasta septiembre.

El asunto es importante porque trasciende el mero conflicto laboral. El puerto de Valencia, líder en tráfico de contenedores, está bajo mínimos en estos momentos. La plantilla de estibadores se encuentra a la mitad (unos 700 trabajadores en estos momentos) y doblando turnos.

El colectivo no contempla medidas de presión por ahora, pero sí se mantiene en su posición de no permitir la apertura de la bolsa de trabajo hasta que no se firme el convenio, tal como se acordó el 20 de julio, recordaban ayer desde el comité.

El único alivio que podrían obtener este mes las terminales es la incorporación al censo de estibadores de los 85 trabajadores que estaban pendientes de ingreso. Pero ni siquiera está claro que se aborde eso en las próximas horas. En todo caso, parece que eso no sería suficiente para dar cobertura a la necesidad de manos que tienen las terminales de MSC, Noatum y APM en estos momentos.

Mientras la situación sigue enquistada crece el número de buques que busca en otros puertos alternativas a la falta de certeza que ofrece el puerto de Valencia en estos momentos.

El tráfico ha caído un 20%. Sagunt, Castelló y Barcelona se están beneficiando de unos desvíos motivados por una negociación en que la estiba de todos los puertos de España puede dibujar su futuro, pero cuya conflictividad solo sufre el enclave del Grau.