Formar profesionales es una responsabilidad que forma parte del ADN de las universidades. Y si además se hace bajo parámetros de excelencia, rigor y eficiencia, contando con otras entidades públicas o privadas como compañeros de viaje, adquiere mayor valor añadido.

Atrás ha quedado la época en la que los universitarios daban el salto al mundo laboral sintiéndose meros contenedores de información y sin apenas experiencia sobre cómo poner en práctica sus conocimientos. El salto cualitativo en los últimos años ha sido significativo. Hemos conseguido pasar de una formación unidireccional a otra en la que los alumnos interactúan con la sociedad y viceversa. De una educación teórica a otra más práctica ajustada a las necesidades que demanda el mercado laboral. Es más, hemos evolucionado hacia un modelo académico que está consiguiendo hablar el mismo idioma del tejido empresarial.

El reto ha sido importante. Y uno de los principales engranajes que ha posibilitado la conexión de nuestros alumnos con empresas e instituciones son las cátedras universitarias. Unos instrumentos que convierten las aulas en laboratorios de generación de ideas y en puntos de encuentro de primer nivel entre docencia y experiencia.

Auténticas escuelas de madurez en las que conviven estilos diferentes de enseñanza y aprendizaje, experiencia y actitud, con una base práctica, sólida y real, acorde tanto al escenario que espera a nuestros jóvenes cuando abandonen el campus como a las expectativas que de ellos tiene la sociedad.

Es, en definitiva, una fórmula educativa, propia del siglo XXI, que ofrece una visión esférica, flexible y, sobre todo, que funciona. Buen ejemplo de ello son las treinta y cuatro cátedras y once aulas con que contamos en la UPV. En ellas se produce una unión estratégica, estable y duradera entre la universidad y los agentes sociales de su entorno en la que todos se benefician de los resultados de la investigación, el desarrollo y la innovación.

En este mecanismo, adquieren especial relevancia los patronos de las cátedras, actores principales que les dan nombre y soporte. Con su participación, aportan todo el saber a su alcance para mejorar la preparación de nuestros alumnos, facilitándoles un camino seguro hacia su futuro.

El impulso y la promoción de esta innovadora metodología docente es uno de los cometidos del Consejo Social de la Universitat Politècnica de València. Como muestra de este compromiso por vehicular la transferencia de conocimiento y tecnología a la sociedad, fuimos pioneros hace ocho años en su implementación dentro de la UPV con la creación de una cátedra propia de Cultura Directiva y Empresarial. Una iniciativa en la que vamos de la mano con el Instituto Ideas y que nos enorgullece porque enseña a los universitarios a emprender y liderar con confianza y acerca a la cultura de la empresa de una forma práctica de la A a la Z.

Sólo me queda animar a empresas y universidad a que sigan estrechando lazos de colaboración a través de las cátedras porque son iniciativas de éxito y necesarias para que los alumnos hagan suyo su futuro.