La patronal autonómica Cierval vive días decisivos para su supervivencia. A la vuelta del viaje a Cuba, en el que está acompañando al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, el líder de la patronal provincial CEV, Salvador Navarro, debería tener sobre su mesa el informe encargado por la organización para determinar si es factible su fusión con la Cierval, la única opción viable que está encima de la mesa para tratar de salvar a la autonómica.

Los augurios generales son que el resultado será negativo, porque el músculo de la CEV es insuficiente para enjugar los destrozos que han causado en Cierval en términos financieros sus homólogas de Castelló y Alicante. También se temen las conclusiones sobre la responsabilidad de la propia CEV en una eventual quiebra de Cierval, es decir, que se vea arrastrada por ella como entidad fundadora y no quede más remedio que refundarlo todo. No es una opinión unánime. Hay quien cree que la operación sigue sumando „se da por descontada la quita del 95 % procedente de la alicantina Coepa, en concurso de acreedores y próxima a la liquidación, pero es un agujero que ya estaría asumido„, siempre y cuando no sigan surgiendo nuevas sorpresas desde Castelló.

Esa es la clave de bóveda de todo el rediseño de Cierval. Si la operación no suma y su responsabilidad se limitara al porcentaje que tiene en la asamblea „un 41 %„, la CEV podría plantearse la independencia para no sucumbir a un hundimiento general. Así que el rechazo desde Castelló y Alicante al nuevo modelo de autonómica propuesto por su presidente, José Vicente González „más peso de empresas y sectoriales y reducción de la relevancia de las provinciales„, se antoja todavía secundario. González marcó el 31 de octubre como fecha tope para cerrar esta reforma. Sin embargo, está dispuesto a retrasarla para seguir negociando un acuerdo. Siempre, claro, que quede algo por negociar.