Admito mi desconcierto. Doble. Parecía obvio que, desde el momento en que los republicanos lo eligieron candidato, Donald Trump tenía opciones reales de convertirse, como así ha sido, en el nuevo presidente de Estados Unidos. Sin embargo, era inconcebible que el tipejo que se presentaba en mítines, debates y programas de televisión „racista, misógino, xenófobo, faltón, grotesco„ pudiera recibir el beneplácito de una mayoría de sus conciudadanos. Nuevo error generalizado tras el «brexit».

Asimismo, desde que logró su candidatura, fue también una idea extendida que su triunfo era uno de los mayores peligros para la recuperación de la economía mundial. La victoria de Trump era el preámbulo de la hecatombe, aunque es un multimillonario del ladrillo „estos siempre están en primera línea„ y, en realidad, su política económica era „y es„ una incógnita, más allá de sus promesas sobre proteccionismo social y comercial. Basta, sin embargo, una política exterior alocada, unilateral y ajena a las convenciones para poner en jaque la economía.

No obstante, para sorpresa general, la reacción de los inversores y los entes económicos ha sido de una inusitada calma. Nada que ver con el hundimiento de los mercados que se produjo en junio tras el «brexit». No se han desplomado las bolsas „al contrario„ ni la paridad euro-dólar, ni las primas de riesgo se han disparado. Cabe la posibilidad de que la conmoción real sea tan grande que los efectos los veamos más adelante. Por ejemplo, cuando tome sus primeras medidas y nombre a sus principales colaboradores. Sin embargo, no es normal tanta cautela. Quiero decir, la expectativa que debía haberse cumplido es la del crash. Y no ha sido así, afortunadamente. Expertos y empresarios valencianos han minimizado los efectos no cumplidos argumentando que lo que se dice en campaña electoral no es lo que se hace en el gobierno.

Tengo la impresión de que hay una corriente de fondo que se nos escapa y que no sé si se refleja en las redes sociales, más allá del cogollito que se retroalimenta entre sí. La coincidencia entre la actitud de la mayoría de los votantes estadounidenses y la reacción tranquila de los auténticos poderosos „los que controlan los grandes fondos de inversión y, por tanto, los flujos del dinero„ me hace pensar en que tal vez la clase media ya ha dejado de ser el centro del movimiento de la historia y en que la desigualdad disparada por la crisis ha creado extraños compañeros de viaje que se van a reproducir. De alguna forma, Trump, representante atípico de esos poderosos, se ha mostrado como un outsider „en realidad, falso„ y ha identificado su campaña con lo que piensan tantos perdedores de la crisis, aterrados por que de fuera les quiten lo poco que tienen. Como aquellos paupérrimos poor whites sureños que miraban por encima del hombro a los esclavos negros. Enfrente estaba Hillary Clinton, genuina representante del poder político de siempre y de la América de Chicago, Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, tan ajenas al resto del país. Ella se ha llevado las hostias. Obama, al que tanto vamos a echar de menos, tal vez habría ganado, lo que también muestra un problema de cierto liderazgo en el país.