Es muy complicado realizarle una radiografía a José Alejandro Remohí Giménez (Valencia, 1958). Pero no por su arrollador y didáctico discurso científico y vital, o por las aristas que pueda tener la personalidad de un genio de la investigación en reproducción asistida. Pepe, como todo el mundo le llama en las oficinas de la empresa que dirige y trabaja, siempre habla en plural de sus éxitos personales, profesionales y de su compañía, el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI). Y no sólo hace referencias a su inseparable socio, y casi alter ego, Antonio Pellicer, sino de todo el equipo que le ha acompañado durante el crecimiento del IVI, una clínica de reproducción asistida en su origen que se ha convertido en una multinacional que factura al año más de 173 millones de euros y que en 2015 ganó más de 32. «No hay congreso de prestigio en el mundo en el que no haya uno de nuestros médicos como ponente», afirma José Remohí, fundador y copresidente del instituto.

Este médico valenciano asegura que el principal motivo de su éxito ha sido saberse rodear de «los mejores» en todos los sentidos. Ana Cobo, una de las investigadoras estrella del IVI y esposa de Remohí, es la artífice del último proyecto de la compañía valenciana: la crionización de óvulos. Para el copresidente del IVI, este avance tecnológico importado de Japón será la próxima revolución en la reproducción asistida. Algunos expertos lo comparan con el impacto positivo que tuvo en la sociedad la píldora anticonceptiva. Remohí ya ha empezado a hacer pedagogía del nuevo servicio hasta en su cuenta de Twitte, donde es muy activo e interactúa con otros internautas y resuelve dudas de posibles pacientes.

Hablar de José Remohí es hacerlo de la evolución y el crecimiento del IVI. Toda su vida gira alrededor de la empresa que pusieron en marcha Pellicer y él después de sus años de postgrado en EE UU. En su caso, en la conocida Universidad de California. Pese a haber conseguido un prestigio „y unos ingresos„ que le podrían permitir dedicarse a la gestión o directamente solo a la alta investigación, el doctor todavía pasa consulta todas las mañanas. Salvo cuando tiene congresos o viajes. «Es lo único que sé hacer», bromea. Por las tardes se dedica a la gestión en lo que define gráficamente: «Por la mañana doctor Jekyll y por la tarde mister Hyde», afirma, en referencia a su vertiente empresarial vespertina. Sólo le queda tiempo para la familia, acudir al gimnasio y ver los partidos del Valencia CF, equipo del que es un gran forofo.

De esta afición tiene una anécdota impagable, que en su día tuvo preocupada a media ciudad. El propietario del Valencia CF, Peter Lim, solicitó una comida con Remohí y los directivos del IVI. Lim tiene pequeños intereses sanitarios y el encuentro podría tener una intención alejada a la de conocer a dos personalidades de la sociedad valenciana. «Exigimos que no plantearan la compra del IVI. Y cumplieron», afirma. De la cena guarda pocos recuerdos, afirma, aunque este selecto grupo de personas es de los pocos valencianos „se podrían contar con los dedos de las manos„que han tenido una larga conversación son el singapurense.

Una de las personas a las que reconoce su apoyo y trabajo es su amigo „al que considera como de la familia„ Carlos Bertomeu, presidente de Air Nostrum. Bertomeu es consejero del IVI desde hace unos quince años y, según Remohí, su asesoramiento les sirvió para disparar y consolidar el crecimiento de la empresa. Años después, fueron Remohí y Pellicer quienes le devolvieron esa ayuda cuando la aerolínea valenciana tuvo problemas. Cuando los fondos buitres ya se repartían los despojos de Air Nostrum, los dos médicos y empresarios entraron en el capital de la compañía en 2014. Ahora son propietarios de un 15 % cada uno. Y la aerolínea ha despegado y navega con soltura. «Lo hicimos por la confianza que le tenemos, no buscando una oportunidad de negocio. Sabemos cómo trabaja», explica Remohí, que asegura que le pusieron una sola condición: «Qué se hiciera un TAC porque es un gran fumador. Para descartar riesgos (ríe)».

El modelo del IVI nace de su experiencia en EEUU. Allí copiaron un concepto, la hiperespecialización. «Lo clásico para los grandes ginecólogos de la época era saber de todo. Fuimos muy novedosos en España porque se suponía que trabajar en un nicho pequeño no te daba suficientes pacientes para sobrevivir», dice. Así, que se centraron en trabajar e investigar en la reproducción.

Otro de los secretos de la firma fue combinar la consulta con la investigación. «No ganábamos ni una peseta pero teníamos nuestra cuota de participación para invertir en investigación. Empezamos a publicar en revistas internacionales en los años 90. Y eso nos dio nombre fuera y provocó que médicos, fundamentalmente latinoamericanos, vinieran a Valencia a formarse». A esta excelencia en investigación se le sumó nuestra cercanía a la universidad. «Estar dentro de la universidad era un plus. Éramos profesores y seguíamos trabajando en el IVI. Posteriormente hemos creado el IVI instituto universitario y tanto Toni Pellicer como yo somos catedráticos», añade este médico que ha recibido numerosos reconocimientos internacionales por su labor investigadora.

Remohí explica que el modelo del IVI tiene tres pilares fundamentales: el clínico, la investigación y la docencia. «Esto, viniendo del sector privado fue una revolución», remacha. El trabajo en el IVI es horizontal y es por lo que sus trabajadores se emplean con una elevada motivación. «Tenemos una organización horizontal. Todos los profesionales del IVI tienen capacidad de desarrollarse, de crecer, de superarnos a nosotros. Como hizo Aristóteles con Platón, uno tiene que superar al maestro», apunta. Y concluye: «Si formas parte de un equipo bien remunerando, que está en un equipo reconocido y donde puedes crecer internacionalmente es una carta a los reyes magos. Es una estructura de éxito».

Para este investigador, su éxito en IVI tiene mucho de «intuición» y de «aplicar conceptos del mundo de la innovación a la empresa». Y no siempre fue fácil. El salto de calidad lo dieron, asesorados por su equipo, cuando tuvieron que pedir un crédito de 48 millones de euros para su expansión definitiva que le financiaron el IVF y otras entidades privadas. «Fue una apuesta de vértigo», recuerda. Pero con unos mimbres de acero. El IVI y Remohí son referentes mundiales de la investigación y aplicación de la reproducción asistida.