"Yo no quería meterme en este lío, pero, ya que estoy, voy a dar hasta la última gota". Clavelina García, vecina de Pola de Siero de 82 años, se ha convertido en una estrella mediática en toda España por su vehemente lucha contra los excesos del Impuesto de Sucesiones de Asturias.

De un tiempo a esta parte, su presencia constante en la televisión y la radio ha alterado su día a día de una forma extraordinaria. En la calle todo el mundo la saluda, la para y le comenta, y ella, lejos de amilanarse o rehuir este exceso de atención que cansaría al más pintado, aprovecha para volcarse en su causa. O bien entrega papeles para que la gente firme por el cambio de la ley, o bien habla con convicción de la necesidad de acudir a la manifestación convocada el dos de marzo en Oviedo al mediodía a favor de esta causa. "El momento es ahora, si no va nadie a esa manifestación, lo dejarán pasar y no nos harán caso; hay que movilizarse", dice.

Clavelina ha tenido una semana especialmente intensa, y confiesa cierto cansancio físico, si bien su entusiasmo sigue intacto. El lunes voló a Madrid a las cinco y media de la mañana, y tras andar dos dias por platós, emisoras y redacciones, volvió el martes a las nueve de la noche. Y el miércoles ya estaba otra vez en activo, sin posibilidad de descanso. Solo la mañana de ese día la llamaron cuatro emisoras de radio. Eso en lo que concierne a los medios.

Porque otra cosa es la reacción de la gente de a pie. "Me llama gente de Sevilla, de Madrid, de Zaragoza, diciendo usted es muy valiente y cosas así". Y si la respuesta de fuera de Asturias es grande, qué decir de la de su casa. "Hoy fui al mercado y volví sin comprar; todo el mundo me paraba por la calle para decirme algo y no tuve manera de hacer la compra", relataba recién llegada desde la capital.

Nunca deja de ser reclamada. Si no es un hostelero que le pide más firmas para su bar porque ya ha agotado el papel, es una vecina que le asegura que ha difundido su causa en Facebook, o alguien que le comenta un caso que considera de flagrante injusticia.

Clavelina cree que su éxito se debe, en primer lugar, "a la edad; la gente se asombra mucho de verme así con 82 años" y por otra parte, a lo que dice. "Creo que les gusta que hable con claridad, que diga las cosas por su nombre; llamo al pan, pan y al vino, vino".

¿Y qué cosas son esas a las que llama por su nombre? Ella defiende la igualdad de derechos, "que está recogida en nuestra Constitución", y considera que las comunidades autónomas, al establecer cada una por su cuenta impuestos como el de sucesiones, provocan desigualdades entre los ciudadanos.

Las cifras son claras en este aspecto. Por la herencia de una vivienda de 300.000 euros, un asturiano paga 80.000 euros, y un madrileño, 800. Clavelina no defiende la exención del impuesto, ni mucho menos. "Hay que pagar, eso lo tengo claro, pero todos por igual y no con estas diferencias territoriales tan brutales", sostiene.

Y si no hay dinero solo hay dos opciones, a su juicio: "o aprendemos a administrarnos, o suprimimos las competencias autonómicas". Y su discurso no solo se queda en el impuesto sino en algo más profundo como los derechos básicos de educación, sanidad y justicia. "Son derechos fundamentales para todos los ciudadanos que vivimos en un mismo país, que es España, deberíamos tener todos los mismos derechos".

Para Clavelina, el impuesto de sucesiones no es ni más ni menos que un reflejo de esta desigualdad territorial. Y propone que se reduzcan gastos. "Que supriman ayuntamientos, que reduzcan cargos de confianza; en Asturias llevan hablando de la reorganización territorial desde hace veinte años, de unificar el área central y las cuencas, por ejemplo", señala.

"Yo gestiono mi casa y ellos tienen que gestionar la Administración, si no somos capaces de hacerlo, que devuelvan las competencias a Madrid", dice.

Clavelina tiene un discurso que quiere independiente. Es el de una mujer que lleva toda su vida trabajando, que a los nueve años ya hacía andando los cinco kilómetros que separaban su casa de Valdesoto de la Pola para comprar el pan, y que desde entonces hizo de todo: enseñó a bordar, hizo venta directa, tuvo un bar, trabajó en la mueblería de su familia y vendió pan en los mercados.

Lo último que querría es que se le asociase a algún partido político concreto, porque ella tiene claro que tiene que dejarlos a todos fuera de su causa. Alguna formación política que está de acuerdo con su propuesta ha intentado acercarse a ella , pero Clavelina tiene claro que lo suyo es una lucha de a pie, de la gente de la calle, y no quiere teñirla de ningún color concreto. Ella pide, como tantos otros, sentido común e igualdad. Por eso triunfa en casa, en la calle y allá donde la lleven.