Un lustro después, el cielo sobre Bankia se despejó de turbulencias, rayos y truenos y la entidad vivió su primera junta de accionistas comme il faut. Digamos que entró en la normalidad de lo que suelen ser estas aburridas reuniones de copropietarios. Tras devolver el dinero de las preferentes y la salida a Bolsa a los minoritarios y a punto de cerrar el proceso para retornar las cláusulas suelo, la entidad con sede en València llegó a la reunión de ayer limpia de conflictos.

Los alrededores del Palacio de Congresos mostraron la primera señal del pase de página. Ni rastro de los representantes sindicales o de las asociaciones de usuarios que en años anteriores armaban jaleo ante las puertas del recinto. Ya en el interior, Bankia ocupó este año una sala de inferior tamaño que las de otros ejercicios en previsión de que no se desbordaría la concurrencia, como así fue. El interés, sin duda, había menguado. Frente a las más de 130 intervenciones de 2012, ayer solo se inscribieron treinta accionistas y casi la mitad de ellos al final no hizo uso de su derecho.

Los despachos de abogados, en su inmensa mayoría, no hicieron acto de presencia ahora que no hay clientela que pescar. Quienes sí se hicieron oír fueron los diversos representantes sindicales para criticar los horarios laborales, los salarios o que los empleados con cláusulas suelo no puedan recuperar el dinero. Hubo una loa específica a la gestión de Goirigolzarri y su renovación y otro accionista, que se dirigió al presidente de Bankia llamándole Iñaki, afirmó que renunciará a su dividendo para destinarlo a familias desahuciadas por Bankia, una acción que su presidente negó que el banco hubiera realizado «a nadie vulnerable»