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Entrevista

Pirkko Mattila: "Con la renta básica motivamos a los parados a encontrar un empleo digno"

«Veremos si la gente está dispuesta a trabajar menos horas para mejorar la conciliación familiar y un mejor reparto del trabajo», asegura la ministra finlandesa

Pirkko Mattila: "Con la renta básica motivamos a los parados a encontrar un empleo digno"

Finlandia, Kenia y Ontario están entre los pioneros en la aplicación de la renta básica ante lo que se nos viene encima, bien por la llegada de los robots o sencillamente ante la necesidad moral de reciclar a los parados a partir de una mínima dignidad y autoestima. El país nórdico no está de momento con los postulados de los gurús de Silicon Valley que ven en este salario por nada la herramienta para disfrutar de los placeres de la vida una vez que las máquinas hagan nuestros trabajos y apuesta, sobre todo, por motivar a los desempleados a buscar una ocupación. Una vía similar fue rechazada mediante referéndum en Suiza.

Estamos en Helsinki, en plena batalla por recuperarse del descomunal batacazo sufrido en 2010 por el gigante de telefonía móvil Nokia. 560 euros al mes libres de impuestos durante dos años es la renta básica implantada desde el pasado mes de enero en Finlandia principalmente para averiguar si este salario es capaz de incentivar a los desempleados de larga duración y sin prestaciones de desempleo a buscar un puesto trabajo o a reinventarse como empresarios.

El Gobierno finlandés del conservador Juha Sipila está decidido a reducir la burocracia de la seguridad social, y de paso, según dice, a acabar con la pobreza y la exclusión social. Es un país de cinco millones y medio de ciudadanos, miles de los cuales rechazan cada año ofertas de empleo por negarse a cambiar de localidad de residencia o por considerar inaceptable cobrar menos de lo que perciben del Estado.

«El reto de este experimento no es solo analizar el futuro que se avecina con la revolución digital que supondrá la pérdida de miles de puestos de trabajo», advierte en exclusiva a Epipress Pirkko Mattila, ministra de Asuntos Sociales y Sanidad del país escandinavo y artífice de un ensayo en el que participan 2.000 finlandeses de entre 25 y 58 años atrapados en el frustrante laberinto del paro de larga duración y que ya habían perdido la subvención básica de desempleo, dotada con casi 20 euros diarios durante un máximo de 500 días laborables, sujeta al pago de los correspondientes impuestos.

Los beneficiarios de la prestación de desempleo durante el período máximo tienen derecho posteriormente a un «apoyo del mercado de trabajo», bolsa de la que han salido los 2.000 seleccionados para percibir la renta básica. La prestación por desempleo en función de los ingresos beneficia únicamente a quienes hayan contratado una cobertura privada a un fondo de desempleo durante al menos seis meses.

La idea fundamental de este novedoso experimento es cambiar el actual sistema de subsidios que no incentiva a buscar un empleo, pues los parados prefieren seguir de brazos cruzados antes que aceptar, en muchos casos, un trabajo a media jornada mal remunerado. «Si la persona ve que además va a perder la ayuda económica estatal por aceptar ese puesto, lo lógico es que piense que no le interesa», explica con resignación Mattila, convencida de que los participantes en este proyecto piloto estarán más dispuestos a firmar un contrato de media jornada o incluso a abrir sus propios negocios porque en ningún caso perderán durante estos dos años la renta básica. «Disponer de este presupuesto les servirá para afrontar el futuro de una forma menos angustiosa», considera la ministra antes de precisar que este sueldo del Estado no es una alternativa al salario de un trabajo sino por el contario, un apoyo para conseguir un empleo.

«Lo cierto es que con 560 euros al mes nadie sale de la pobreza y menos en un país tan caro como este», reconoce, «pero es un balón de oxígeno para que aquellos que quieren reincorporarse al mercado laboral puedan hacerlo con cierta holgura sin verse obligados a aceptar cualquier oferta que además de ser mala les prive del seguro de desempleo», añade antes de recomendar firmemente que nadie cobre por un trabajo menos de 10 euros a la hora, en un país cuya nómina media en el sector privado ronda los 3.500 euros mensuales.

La concesión de este salario experimental fue recibida con estupor por sus primeros beneficiarios que al desconocer el alcance de la propuesta del Gobierno de centro derecha finlandés, decidido a suspender las prestaciones de paro durante 90 días a quienes rechacen una oferta de trabajo, pensaban que alguien les estaba tomando el pelo con el anuncio de aquella lotería. «Muchos pensaron que la carta recibida era un chiste de mal gusto», admite Mattila, cuyo equipo de la seguridad social de Finlandia (Kela) busca un rediseño del sistema para afrontar los cambios de un mercado laboral en el que los robots irrumpen con fuerza imparable.

«Otro de los resultados que esperamos obtener de este experimento es ver si los finlandeses estarían dispuestos a reducir su jornada laboral para conseguir una mayor conciliación familiar y un mejor reparto del trabajo», sugiere la ministra de una nación, cuya jornada laboral es de 38 horas y 15 minutos semanales y con una tasa de paro del 10 por ciento que afecta, sobre todo, a las personas de menor formación académica aunque se dispara hasta el 22 por ciento entre los jóvenes. La renta básica saldrá de los bolsillos de los finlandeses que mantienen una envidiable calidad de vida con la sanidad y la educación como principales estandartes. «Habrá que subir los impuestos y revisar el gasto de otras prestaciones porque de lo contrario sería inasumible para las arcas públicas finlandesas», admite la ministra, natural de Oula, la región ártica con la población más joven de Europa en la que se reinventa Nokia con el desarrollo de la tecnología 5G.

La renta básica reemplazará a todas las demás ayudas sociales, incluyendo las prestaciones por desempleo, y queda en el limbo el futuro de los subsidios para la crianza de los hijos y para la vivienda.

Este ensayo de la derecha en un país agobiado aún por la crisis y con el crecimiento económico más bajo de Europa ha dividido a la izquierda. Algunos ven en el experimento el primer paso para la implantación de un ingreso básico universal en el marco de un nuevo mercado laboral mientras que los sindicatos que representan al 90% de los trabajadores creen que esta medida además de restarles poder de negociación colectiva pretende eludir la creación del salario mínimo que reclaman desde hace años, pues Finlandia es de los pocos países de la Unión Europea donde dicho salario no está fijado.

El 48% de los beneficiarios de la renta básica nórdica son mujeres. El 30% tiene edades comprendidas entre los 25 y 34 años; el 29% están entre 35 y 44 años, y el 41% entre 45 y 58 años, según Kela. Estos datos son observados con fruición por los principales gurús de Silicon Valley que ven en la renta básica universal, analizada a fondo en el último Foro de Davos, la solución para cuando las máquinas inteligentes liberen al ser humano de la condena al trabajo, pesada herencia del pecado original cometido por nuestros primeros padres.

El experimento finlandés se ensaya, entre otros lugares, en Kenia auspiciado por cuatro estudiantes de Harvard y del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que han seleccionado a 6.000 ciudadanos a los que les darán 20 euros al mes durante 12 años a cambio de nada. Por su parte la provincia canadiense de Ontario iniciará esta primavera un proyecto similar para revitalizar un territorio duramente afectado por la desindustrialización que reclama un empleo basado en el conocimiento.

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