En un ejercicio caracterizado por la mejora económica pero también por la necesidad imperiosa de aumentar la rentabilidad, las entidades financieras aplicaron en 2016 en la Comunitat Valenciana el mayor recorte de oficinas desde el recrudecimiento de la crisis financiera en 2012. Aquel fue el año de Bankia y el de los rescates públicos. En el ejercicio posterior, o sea 2013, la red de oficinas se redujo en 740 de una tacada, como consecuencia de la reestructuración que padeció el sistema financiero valenciano, con la desaparición de Bancaja,CAM, Banco de Valencia y Ruralcaja. En los años siguientes, las entidades bancarias prosiguieron en su política de cierre de sucursales, pero de forma mucho más contenida incluso que en 2016: 64 en 2015 y 156 en 2014. Al cierre del pasado ejercicio, la red de oficinas en la autonomía había quedado reducida a 2.932 unidades, lo que implica 179 menos que en diciembre de 2015.
Desde que la Gran Recesión se mostró con toda su crudeza en 2008, la abundancia de oficinas bancarias en las calles valencianas de antaño ha quedado seriamente mermada. Así, en aquel ejercicio, la red financiera de la autonomía estaba compuesta por 5.061 sucursales, mientras que ocho años después se había visto reducida a las 2.932 ya citadas, es decir, un 42 % menos. Dicho de otro modo, han desaparecido cuatro de cada diez, según datos del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF).
