«Los productores franceses de patata cobran ayudas de la Política Agraria Común (PAC) y nosotros en cuanto a las hortalizas no tenemos ayudas directas». El secretario general de la Unió, Ramon Mampel, lamentaba ayer «las desigualdades dentro de la misma Europa» que se viven en cultivos como la patata o la cebolla, tradicionales en la huerta valenciana. «Pueden poner el kilo de patatas 10 ó 15 céntimos por kilo más barato», critica.

El caso de la patata que se está viviendo estos días ha exasperado al campo valenciano. Las importaciones francesas de patata vieja, es decir, que ha estado almacenada en cámaras de refrigeración durante el invierno, están inundado los supermercados españoles. Lo hacen a costa de la patata nueva valenciana, con mejores parámetros de frescura y que en muchos casos se está quedando en el campo.

Además de las ayudas y la mejor organización de los agricultores franceses, el sector apunta al papel de «connivencia» de la gran distribución como clave para explicar la situación. «La gran distribución fija y marca objetivos y con un producto que aguanta bien en cámara como la patata tiene la capacidad de manejar las cotizaciones», señalan desde AVA.

En el caso de la cebolla, no ha sido la competencia francesa, sino la de procedencias tan remotas como Perú, Chile, Egipto, Chipre o Israel. Esto ha paralizado el mercado y reducido la demanda de cebolla local. Las grandes distribuidoras europeas, denuncia AVA, utilizan esta abundante oferta como pretexto para empujar los precios a la baja. Actualmente, la oferta ha caído hasta los 7 céntimos por kilo. Al inicio de la campaña las cotizaciones rondaban los 20 céntimos, que al menos permitían recuperar la inversión.