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Profetas bajistas al acecho

La práctica de las ventas en corto es defendida porque aporta liquidez y contribuye a atenuar el riesgo de burbujas

Profetas bajistas al acecho

Las apuestas a la baja para desplomar el valor de un activo financiero y generar ganancias recomprando más barato lo que se ha vendido a un precio superior fueron prohibidas sucesivas veces en diversos países desde el siglo XVII. Estas prácticas también fueron vetadas por las autoridades regulatorias durante la reciente crisis internacional en EE.UU (2008) y en Europa. En varios países de la UE (incluida España) lo fueron en 2011 y en 2012. Ahora, el órgano regulador español de los mercados canceló durante un mes este tipo de prácticas contra Liberbank, que fue acosado tras el derrumbe del Banco Popular.

Las restricciones de las posiciones bajistas siempre han sido temporales y pasajeras, y se adoptaron en la mayoría de los casos en momentos críticos de elevada inestabilidad financiera, y en los que se considera que la especulación a la baja adopta formas e intensidad abusivas, más allá de lo razonable.

Por lo común, se suspenden cuando se entiende que el móvil del especulador no respondía al legítimo propósito de anticiparse a un ajuste de las valoraciones del mercado cuando desde una apreciación ecuánime (aunque subjetiva) se consideran infladas y sobreestimadas, sino que obedece a una estrategia deliberada de sembrar el pánico para causar la estampida de ahorradores e inversores, abocando con ello a un derrumbe de las cotizaciones no justificado por los valores fundamentales del activo atacado y cuyo único propósito es obtener grandes plusvalías a costa de la ruina de los incautos.

Las proscripciones de las llamadas «ventas en corto» (un inversor «se pone corto» cuando reduce su exposición a un determinado activo, sea una acción, un bono, una materia prima o cualquier otro bien que sirva como reserva de valor) no se generalizan ni se perpetúan porque se entiende que esto adulteraría y cercenaría la formación de precios en el mercado.

Para que haya compras tiene que haber ventas, para que unos ganen otros tienen que perder, y la especulación (la previsión de precios y escenarios futuros tomando posiciones anticipadas en el sentido que se intuye que evolucionarán los acontecimientos) es lo que mueve a los mercados financieros, inmobiliarios y de otro tipo.

El cuestionamiento de estas prácticas obedece a la capacidad que tienen las profecías de cumplirse. Tanto el alcista como el bajista no sólo trata de anticiparse a lo que prevé que va a ocurrir sino que con su apuesta intenta determinar que se cumpla el desenlace pronosticado.

Lo habitual y convencional es que la especulación sea alcista: se invierte en lo que se cree que va a subir de precio, sea una vivienda o un activo financiero, generando con ello una ganancia de valor. Los alcistas (el común de los inversores) también causan grandes hecatombes porque, cuando se extreman e incurren en el delirio de la «exuberancia irracional», generando corrientes inversoras en un único sentido, gestan las «burbujas» financieras, crediticias e inmobiliarias cuya explosión es devastadora. Los «cortistas» o «bajistas» se postulan como fuerzas correctoras que pueden atenuar ese tipo de euforias y locuras, aunque sus prácticas, cuando se desorbitan o siguen pautas destructivas, conducen también a enormes quebrantos.

Cumplen cuatro funciones

Los mercados (de futuros, de materias primas, de valores y otros) tampoco quieren la supresión radical de las prácticas bajistas porque cumplen otras cuatro funciones relevantes: favorecen la liquidez de los activos (aumentan el movimiento y esto contribuye a casar la oferta y la demanda); dan volumen (y ganancia para el operador del mercado), contribuyen a detectar fraudes (los bajistas destaparon los engaños de la energética Enron) y actúan como mecanismo de protección del inversor: se cree que algunos accionistas de Popular, una vez que se vieron en riesgo crítico de perder toda su inversión, realizaron apuestas contra el banco para cubrirse. Si se materializaba el peor escenario, compensarían pérdidas con las ganancias de sus apuestas a la baja.

Formas de especular a la baja

Hay diversas formas de especular a la baja. Se puede hacer con derivados financieros (opciones, «swaps», futuros, etcétera) y contratando fondos cotizados (ETF) inversos, entre otros métodos. El más conocido es tomar activos (caso de acciones) en préstamo pagando un canon a su titular, venderlos para forzar su depreciación y recomprarlos más baratos: los títulos se devuelven a su dueño y el especulador se anota como lucro la diferencia de precio. También se puede hacer vendiendo (con plazo de entrega demorado) acciones a su valor presente que ni se poseen ni se toman en préstamo y que sólo se adquieren una vez que se hayan depreciado por la acción vendedora.

Esta es la modalidad más cuestionada. Los bajistas (muchos de los cuales también pierden y se arruinan) aducen que este proceder no es distinto al de quienes invierten a crédito (con dinero que no es suyo) en la confianza de que el mercado suba y que esto les permita generar plusvalías y devolver el préstamo.

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