El entramado empresarial de la Comunitat Valenciana vive un incesante proceso de concentración paralelo a la refundación de la patronal autonómica a partir de la antigua provincial de València CEV, que se ha erigido en la sucesora de la extinta Cierval. Lo cierto es que el mundo asociativo de los empresarios estaba aquejado de una evidente inflación de entidades, con sus respectivos equipos ejecutivos, sedes y profusión de gastos. El presidente de la CEV, Salvador Navarro, hace tiempo que clama por una reordenación, singularmente cuando se trata de asociaciones que pertenecen a un mismo sector y que, aunando sinergias, consiguen una reducción de costes que en muchos casos no pueden asumir por la pérdida de afiliados y subvenciones públicas.

Es en este contexto en el que cabe situar el movimiento de las ocho organizaciones de panaderos. Sin embargo, no es el único. Las federaciones del metal, la cerámica, el calzado, el textil y el mueble y la madera han constituido este año Confeindustria, es decir, una confederación que agrupa a las principales actividades del sector secundario que está abierta a nuevas incorporaciones y que, como contrapeso interno en la CEV, pretende, entre otros objetivos, convertirse en interlocutor de las administraciones públicas.

En paralelo, las asociaciones de comerciantes integradas en la CEV y Covaco, ajena a ella, se encuentran en negociaciones para constituir otra confederación, en este caso, claro, de comercio, que se incorporaría a la autonómica. La CEV lleva meses acogiendo a empresas y federaciones que antes formaban parte de las provinciales de Alicante y Castelló, las dos con un futuro casi imposible, aunque la Coepa alicantina esté tratando ahora de unirse a la Cepyme de su antiguo enemigo Cristóbal Navarro para tratar de subsistir frente a la CEV.