La crisis económica ha acabado hasta con las promesas electorales con acento valenciano. Por primera vez, los candidatos de la Comunitat Valenciana al Congreso de los Diputados no llevan bajo el brazo propuestas singulares para el territorio. Cuatro años atrás, en el inicio de la campaña electoral, la entonces candidata socialista por Valencia, Maria Teresa Fernández de la Vega, y el número uno del PP, Esteban González Pons, habían prometido ya una lluvia de millones para la Comunitat Valenciana.

Un vistazo ahora a aquellas promesas harían sonrojar a más de uno. Entre De la Vega y González Pons hubo hasta competencia para ver quien plantaría más árboles. La entonces vicepresidenta del Gobierno prometía 4,5 millones, mientras que su oponente, nada menos que 50 millones. Lanzar una campaña publicitaria para promocionar la Fórmula 1; aprobar un plan para impulsar 150.000 viviendas eran algunas de las propuestas de la socialista que hoy resultarían tan inasumibles como la idea de recuperar el proyecto de la Ruta Azul (reordenar el litoral entre Valencia y Castelló) que lanzó el popular.

Con algo más de 600.00 valencianos en las listas del paro y con las arcas del Estado vacías, las propuestas de entonces parecen hoy una carta a los reyes magos y dan la medida de cómo ha cambiado el escenario electoral. Tanto es así, que ni el PSPV ni los populares valencianos tienen previsto que sus candidatos se muevan más allá de de los programas electorales con los que Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy se disputan el respaldo de los españoles el 20-N. Los equipos de campaña de PP y PSPV tienen claro que con la que está cayendo no tendría sentido que sus candidatos fueran haciendo promesas estrella y que la confrontación de ideas debe centrarse en el empleo y la economía.

La campaña que arranca hoy será, por tanto, más general y menos valenciana que nunca. A falta de propuestas singularizadas, a los candidatos no les queda otra que retorcer los programas nacionales hasta hacerlos encajar a su realidad electoral. Los planteamientos en torno a la política hídrica, las infraestructuras, los sectores industriales tradicionales o la financiación autonómica y local son los asuntos con mayor impacto en el futuro de la Comunitat Valenciana. La conciliación de los intereses autonómicos y nacionales en estos grandes temas no ha sido en todos los casos posible. La mayor cesión de los populares valencianos ha sido la referida al trasvase del Ebro, una reivindicación histórica del Consell que ya hasta el PP ve inviable. El texto popular -que ya hace cuatro años omitía esta infraestructuras- ha rebajado las expectativas del PPCV al quedar muy matizada la opción de transferencias desde cuencas excedentarias. Con todo, la calculada ambigüedad en este asunto, servirá al candidato para salvar los muebles y seguir defendiendo la llegada del agua. Los socialistas, por su parte, también han optado por un texto de amplio espectro en el que consideran la creación de nuevas infraestructuras como la última opción. También ha habido café para todos en el Corredor Mediterráneo. Tanto Rajoy como Rubalcaba lo citan en sus programas, aunque junto con los otros ejes ferroviarios.

Como era previsible, el presidente Alberto Fabra no ha conseguido que Rajoy se comprometa con la "deuda histórica" a la Comunitat Valenciana, que el jefe del Consell cifra en más de 7.000 millones, si bien los populares sacan pecho por la alusión a un cambio en el modelo de financiación autonómica. Hasta hace poco Rajoy se mostraba reacio a abrir de nuevo este melón. Rajoy también ha "comprado" al PPCV el modelo de trilingüismo en las escuelas y el apartado dedicado a la integración de los inmigrantes. Piñerio, por su parte, puede presumir del compromiso de un plan específico para sectores tradicionales, como el calzado y la cerámica.