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No desprendió la tensión de los duelos ajedrecísticos de guerra fría entre Kárpov y Kaspárov. No exhaló la agresividad de Muhammad Alí y George Foreman sobre el ring de Zaire ’74. Tampoco hubo sombra de la épica que convirtió en leyendas a Coppi y Bartali en la dividida Italia de posguerra. Ni siquiera se notó la electricidad y la sed de venganza de un Álvaro-Genovés II. El cara a cara librado anoche en televisión entre Alberto Fabra y Ximo Puig, candidatos del PP y el PSPV a presidir la Generalitat Valenciana, fue mucho más prosaico y sin un claro ganador que haga pasar a la historia este debate televisivo, el primero entre dos aspirantes a la Generalitat.

Vestido con vaqueros negros, americana azul y camisa blanca sin corbata, Fabra —con tono poco presidencialista y más regular en la contienda dialéctica— basculó su discurso en torno a tres grandes ejes: prometió «estabilidad y seguridad en el futuro» si el PP logra su sexta victoria, ofreció insistentemente una «bajada de impuestos» (de sucesiones, a autónomos y a empresas que contraten a jóvenes), y echó mano de un clásico de la campaña anterior: el fantasma Zapatero, al que citó en no menos de cinco ocasiones para erigirlo en culpable del paro en la Comunitat Valenciana, de la infrafinanciación autonómica, de la «falta de inversiones» en infraestructuras o del «problema del agua» en el campo. «Ustedes no pueden dar lecciones a nadie», espetó Fabra a su rival.

Enfrente tuvo a un Ximo Puig con corbata roja, traje azul oscuro y ganas de plantear una confrontación más directa desde el inicio de un debate muy pautado en el que él fue de menos a más. Su línea argumental quedó resumida en su primera intervención, cuando denunció «la inmensa corrupción propiciada por el PP y el señor Fabra», que hace «bajar la cabeza» a los valencianos, y arremetió contra un paro que afecta a 588.000 personas y una deuda de 40.000 millones de euros. Puig censuró la corrupción enquistada en las filas populares, preguntó a Fabra «¿cuándo van a devolver lo robado?» los dirigentes del PP, y criticó la «ruina» económica. A cambio, ofreció a los electores «decencia, honradez y dignidad» y un cambio político que potencie los servicios públicos de educación y sanidad: «Sin igualdad no hay libertad», apostilló.

El «perdón» del PP

Durante la hora que duró el debate —ofrecido por TV Mediterráneo y moderado sin problemas por su director de informativos, el periodista Germà Arroyo—, los dos candidatos buscaron golpes bajos. La pregunta más repetida por Puig al jefe del Consell fue «¿por qué no actuó cuando supo la información de Rus, o por qué estuvo al lado de Fabra y Blasco hasta que han entrado en la cárcel?». «Usted ensucia el nombre de los valencianos», añadió un líder socialista que acusó a su interlocutor de haber participado y haberse beneficiado de la «financiación ilegal» del PP con el caso Gürtel. Fabra, sin citar nombres ni abundar en la materia, aseguró: «Cuando hay evidencias, yo actúo». Incluso se reivindicó en este punto flaco de su partido hasta desmarcarse de los anteriores gobiernos del PP: «Nadie ha sido tan severo como yo» ante la corrupción, dijo. Al final, incluso llegó a presumir de «reciclaje y renovación del PP» y subrayó que su partido ha tenido que «pedir perdón por sus errores».

Muchos asuntos salpicaron el debate. Entre los más polémicos, cuando Alberto Fabra afirmó que Puig, como alcalde de Morella, «defendía y promocionaba el catalán en la Comunitat Valenciana» al recibir dinero de la fundación Ramon Llull. «Tiene un posicionamiento más hacia el norte que centrado en la Comunitat Valenciana», aseveró. Puig, que combinó el valenciano y el castellano casi a partes iguales durante el cara a cara, rebatió con sorna: «¡Lo que es el colmo es que usted defienda nuestra lengua sin utilizarla nunca, ni siquiera ahora para hablar de las señas de identidad!». Y añadió que, antes de hablar de catalanismo, Fabra hubiera tenido que preocuparse de que la CAM y el Banco de Valencia no pasaran a manos de entidades catalanas.

Ximo Puig se comprometió a la reapertura de RTVV, sin facilitar los datos —número de trabajadores y presupuesto— por los que le inquiría Alberto Fabra. El candidato popular defendió su gestión: «No han sido años fáciles, pero no podemos tirar por la borda todo lo realizado», y advirtió de posibles pactos postelectorales en la izquierda que generen incertidumbre. Puig, que criticó el dedazo de Rajoy para elegir a Fabra, se presentó como «una persona normal, hijo de un camionero y una ama de casa» que tiene claros «los orígenes y la identidad de un pueblo», y pidió a los valencianos «que no vuelvan a votar al partido que ha arruinado esta comunidad: el PP». En su conclusión, Fabra pidió confianza en el futuro: «Hemos hecho el esfuerzo; ahora es cuando recogeremos todo lo sembrado».