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Una cierta mirada

El monotema de la campaña

Josep Torrent

El monotema de la campaña

Se acabó. Como dice el tango, hoy «el músculo duerme, la ambición descansa». Los candidatos se han recorrido de punta a punta el país, se han dejado besar por las señoras, han estrechado cuantas manos han podido, se han dejado estrujar, zarandear, han hecho promesas que algunos saben imposibles de cumplir y se han dejado la voz y varios kilos por pueblos que algunos ni tan siquiera sabía que existían. Pero esto es una campaña o, mejor dicho, lo ha sido. Todos los mítines, reuniones con vecinos, empresarios, médicos, pequeños artesanos, profesores, jóvenes, madres y padres de familia y militares sin graduación deben de haber servido para algo, digo yo, porque de lo contrario no se harían. Pero me malicio que la ciudadanía en general se lo ha mirado esta vez con una cierta distancia, con el sano escepticismo de quien ve un espectáculo que sabe que va con él, pero no acaba de interesarle del todo. Ahora bien, que nadie se confunda con esta pose displicente, este aparente pasotismo. Por debajo de esa indiferencia se observa una corriente de fondo. Los sondeos interpretan que en ella navegan hasta un 70% de ciudadanos que reclaman un cambio político. De ser cierto, mucho porcentaje es ese para que el PP aguante el tirón únicamente con sus leales.

Esta ha sido una campaña con un monotema: la corrupción. Una larga reflexión sobre qué nos ha ocurrido, sobre cómo pasamos de aquellos días de vino y rosas a caer en ese pantano que tan bien describe Rafael Chirbes, tras deslizarnos por una pendiente llena de excrementos. La corrupción ha sido el centro de todos los debates políticos, el arma que todos los partidos han utilizado para arremeter contra el PP que apenas ha intentado defenderse con el frágil escudo de la voluntad de Fabra contra los corruptos y la incipiente recuperación económica. Poca cosa para protegerse de tanto mandoble. Y eso que, al final, las insinuaciones de EU sobre la alcaldesa de Valencia y el supuesto encuentro entre el presidente de la Generalitat con el desleal Marcos Benavent, no se han concretado. Hecho que desmerece la buena campaña de Ignacio Blanco. Los acusicas, cuando no tienen pruebas, están muy mal vistos. Anunciaron el apocalipsis del PP y la cosa ha quedado, de momento, en un ligero temblor de tierra. Nada para lo que se presumía.Frente a quienes han echado en falta propuestas por parte de la oposición, decir que nada más incierto. Se han hecho muchas y muy interesantes por lo que al uso del dinero público se refiere. Es verdad que en los grandes temas (financiación, infraestructuras o modelo productivo) han sido bastante inconcretos; pero propuestas para quien haya querido oírlas las ha habido. Solo que el ruido generado por el debate de la corrupción las ha colocado en segundo plano. Y ahora, silencio. Se acabó la campaña.

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