Los socialistas valencianos escribieron ayer el capítulo número 22 de un hundimiento constante en las urnas desde que perdieron las generales de 1993. Pero esa novela de terror tenía un giro inesperado. En lo que parecía un descenso directo a los infiernos, el PSPV tropezó anoche con un tesoro: el peor resultado autonómico de su historia le da serias opciones para volver a presidir la Generalitat. Los socialistas, con Ximo Puig (Morella, 1959) de candidato, lograron ayer el 20,36% de los votos, 23 escaños. La hemorragia se cifra en unos 200.00 sufragios y 7,3 puntos respecto al resultado de 2011. Pero ese hundimiento le otorga el pasaporte para regresar al Palau en el nuevo escenario político valenciano fragmentado, tras la irrupción de Podemos y Ciudadanos y la eclosión de Compromís, al que el partido de Pablo Iglesias no le ha cortado lasalas. Socialistas y Compromís suman 42 diputados, que son 55 con Podemos.

Los trackings del propio PSPV confirmaron en el resultado global y ratificaron su peor augurio de debacle en la capital valenciana y en la circunscripción de Valencia, donde Compromís superó a los socialistas en más de cuatro puntos. El tirón de la candidata Mònica Oltra, un Podemos por debajo de sus expectativas y el posible error de Puig al no encabezar la lista coadyuvaron a disparar el resultado de Compromís en la circunscripción con más electorado y a amenazar la hegemonía socialista en la izquierda. Alicante y Castelló, donde Puig encabezaba, resarcieron a los socialistas para consolidarlos como la fuerza mayoritaria en la izquierda, aunque con apenas 2,3 puntos más que Compromís. El recuento fue seguido por Puig, el núcleo de su ejecutiva y la candidatura en la cuarta planta de Blanquerías. Pronto quedó claro que la izquierda arrasaba, pero faltaba por determinar las fuerzas con las que cada cual acudirá a la mesa negociadora. Eso llevó a Ximo Puig a comparecer pasada la medianoche. «Los valencianos han votado cambio y han decidido que lo lidere el Partido Socialista», proclamó entre gritos de «Ximo, president, Ximo president».

«Hoy acaban veinte años de PP en las instituciones valencianas y empieza un tiempo nuevo del que todos debemos aprender. Un tiempo en el que ni los que hemos ganado ni nadie puede olvidar las lecciones de la historia», dijo en tono presidencial. En su alocución preparada y leída subrayó que es «momento de estar todos a la altura de las circunstancias y de que juntos hagamos un gran acuerdo contra la pobreza y la desigualdad, para que recuperen el protagonismo los que han estado 20 años orillados».

Veinte años después, Puig está a punto de regresar al Palau en el que estuvo nueve años como director de gabinete del entonces presidente Lerma. No necesitaría el voto de Podemos para la investidura, dado que socialistas y Compromís no es que tienen claramente más escaños que el PP: 42 frente a 31. Caprichos de la política, la izquierda ha pasado de barajar un tripartito (PSPV, Compromís y Esquerra Unida) para destronar al PP a hacer cábalas en torno a la opción de un cuatripartito con Podemos en busca de una nueva mayoría. Y finalmente, bastarán dos socios (PSPV y Compromís) para hacer posible el cambio en la Generalitat. Para conformar un Consell de izquierdas sólo se precisará la abstención de Podemos, y de Ciudadanos. Puig está totalmente convencido del segundo extremo.

Anoche, en declaraciones a este diario, proclamó que el PSPV tiene toda la «legitimidad» para presidir el «gobierno del cambio» y subrayó que en su oferta de negociar la conformación de un Consell «fuerte» no excluye «a nadie, salvo el PP». Del mismo modo que, agregó, apoyará como alcaldes a los candidatos de izquierda que hayan sacado más votos que el PSPV, en clara alusión a la ciudad de Valencia, donde Joan Ribó, de Compromís, logró 9 concejales. Las primeras elecciones sin el altavoz del régimen popular llamado Canal 9 han dado a la izquierda una victoria histórica que viene a certificar el derrumbe de una era a la que la corrupción le puso una carga de profundidad y la crisis hizo de detonador. Han sido veinte años en los que el puño ha ido perdiendo músculo y a la rosa solo le quedaban espinas. Seis congresos, cuatro gestoras, cuatro secretarios generales (Joan Romero, Ignasi Pla, Jorge Alarte y Puig) y otros tantos candidatos (Antoni Asunción, Pla, Alarte y Puig) conforman el equipaje de un permanente naufragio en el que los socialistas han perdido la mitad de sus militantes (hoy cuentan con 16.700) víctimas del frío, las deserciones por falta de pesebre y las huidas por el descrédito.

Con el resultado de ayer y en unas Corts fracturadas en cinco trozos, los socialistas quieren liderar un Consell que deberá gobernar el paisaje lunar de una Comunitat Valenciana con 40.000 millones de deuda.

El fin de un régimen

El resultante de un régimen de cartón piedra que empezó a levantar Eduardo Zaplana, culminó Francisco Camps y generó una economía del sobrecoste que llevaba adosado un sector terciario avanzado del cobro de comisiones. Terra Mítica, IVEX, Ciudad de la Luz, Ciudad de las Artes y de las Ciencias, Francisco Camps, José Luis Olivas, CAM, Bancaja, Emarsa, Fórmula 1, el accidente del metro, las siete versiones de Gürtel (desde la visita del Papa a la presunta financiación ilegal del PP en las campañas de 2007 y 2008), Brugal, Canal 9, Alfonso Rus... Son nombres de escándalos políticos y judiciales e ignominias que, junto a la crisis, han ido fermentando en el imaginario colectivo y pudriendo las raíces de una mayoría popular cimentada sobre la patrimonialización de las señas de identidad de lo valenciano y sobra la crisis permanente de la izquierda. Hasta la noche de ayer, en la que un PSPV anémico y justo de fuerzas y un Compromís vigoroso empezaron a llamar a la puerta del Palau para que lo desalojen.