Hay géneros literarios agradecidos. La novela negra, como la rosa, siempre ha triunfado entre el público. Pero goza de escasa reputación crítica. Hoy, lo intelectual es zambullirse en la no ficción y la hibridez de cuño vilamatiano con aroma a Walser. Cuanta menos venta y lectores tenga un libro, mayor es el prestigio literario de su autor y más brilla el aura del lector. Si el escritor es bielorruso, mejor que ruso. Si es traducción del coreano, mejor que narrativa extremeña. Si su prosa es críptica „como el lisérgico estilo de al lado„, subirá peldaños en el panteón literario. Por ello ha llegado el momento de que los filólogos se rindan ante el género más insondable y minoritario de cuantos se conocen. El texto más difícil para entrarle. El que casi nadie se atreve a leer. El que sería raro hasta para el jurado de Estocolmo. Es el género llamado «programa electoral». Miren los de esta campaña. El de Izquierda Unida gana con 340 páginas. Ciudadanos le sigue con 338 hojas. Podemos logra medalla de bronce con 332 páginas de programa. El PSOE llega a las 274 páginas (¡131.635 palabras!). UPyD, en un afán de «best seller» populachero, se conforma con 80 páginas. En total, 1.587 páginas. Del contenido, nunca se sabe si es ficción o hibridez. Pero qué más da. El verdadero programa de los partidos no es el electoral, sino el televiso. El de Bertín Osborne, Pablo Motos, Ana Rosa o María Teresa Campos. Ésos son los programas que convencen a los electores o les echan para atrás. Los Marcial Lafuente Estefanía de la «información» política.