«Habéis venido a verle a él, a escuchar la voz del pueblo, a apoyar al mejor político de este país». Así presentaba ayer Lorena Ruiz, candidata de EU-Unitat Popular al Senado, a Alberto Garzón, candidato a la presidencia del Gobierno. Unas 2.500 personas, según la organización, llenaron el polideportivo del Cabanyal en el acto central de Valencia, y escucharon a Garzón decir que «cada día tenemos más fuerza», a pesar de la exclusión de su candidatura en los debates televisivos, recordó ayer.

En la hora y media que duró el acto político, la única mención directa que Garzón hizo a un partido político fue a Ciudadanos (C’s) para decirles que las mujeres «no piden permiso». A las otras formaciones lanzó muchos mensajes indirectos, pero sin entrar en el «y tú más».

«Partidos que promueven el cambio piden el voto útil, eso es vieja política que consolida el bipartidismo y la oligarquía», apuntó en referencia a C’s y Podemos. Además, en varias ocasiones recordó que el voto a su candidatura es «el voto de hoy y mañana», en alusión a los posibles pactos después del 20D.

Garzón calificó su proyecto político como «la izquierda incómoda» -además de ecologista y coherente- que combate «un poder salvaje, insaciable» sin arrodillarse. También lanzó ataques directos a las élites políticas y empresariales que mantienen un sistema capitalista y patriarcal, afirmó.

El líder de Unitat Popular pidió el voto apelando al país «que todos imaginamos» y recordando la lucha de los mayores contra el Franquismo y para la obtención de los derechos ciudadanos.

Garzón habló de un cambio «sin la tutela de élites ni ningún partido ni poder político», afirmó tras considerar que en 1978 «no hubo revolución ni ruptura».

Otras propuestas son una educación feminista, laica y de calidad; la nacionalización de empresas estratégicas, como las eléctricas; el aumento de las pensiones y el salario mínimo interprofesional, como recordaron varias veces tanto Garzón, como Ruiz, además de Ricardo Sixto, candidato al Congreso, y su número dos, Roser Maestro, que también intervinieron ayer.

El contrapunto valenciano

Entre tanta propuesta, Garzón olvidó hacer referencia a algún tema de cariz valenciano. El candidato a la presidencia no se refirió ni a la financiación ni a las infraestructuras de la C. Valenciana. Sí lo hizo Ricardo Sixto, a quien Maestro calificó como «la única voz valenciana y de izquierdas que ha habido en el Congreso».

Sixto habló de la «situación límite» que provoca la «infrafinanciación crónica y una deuda histórica imposible de devolver». Además, también mencionó «la falta de inversiones en infraestructuras», el «lamentable estado» de los trenes de cercanías y regionales. Asimismo pidió el fin del peaje de la AP-7 y el cierre de la central nuclear de Cofrentes y el CIE de Zapadores.

El candidato al Congreso por Valencia apuesta por una nueva Constitución que reconozca un estado «republicano, laico y federal», en el que cada territorio tenga competencias y constituciones propias, y superar así «el modelo de estado de 1978», explicó. Sixto también recordó la situación de los agricultores valencianos, la obligación de acoger a los refugiados y mostró una camiseta roja de RTVV.

Por su parte, Lorena Ruiz y Roser Maestro afirmaron que su proyecto político es «la verdadera izquierda» y que fueron los únicos que realizaron «primarias abiertas y transparentes».

El «outsider» frente a los «señoritos»

A ritmo de «Outsider» de Ramones, irrumpió Alberto Garzón en su mitin. Antes, sonaron la Gossa Sorda, Obrint Pas o Raimon; y al finalizar, la mítica «Al vent» y Aspencat. Se citó a Salvador Allende, se recordó al sindicalista Marcelino Camacho y a los «presos políticos como Alfon», y Garzón recitó a Antonio Machado: «en los trances duros los señoritos (...) invocan la patria y la venden» en referencia a las privatizaciones y los paraísos fiscales. También hubo un minuto de silencio por las víctimas de la violencia machista, de las que se recitó su nombre (incluída la concejal de Serra). Un acto repleto de banderas (republicanas y comunistas) en el que se gritó «no a la guerra»; el rostro de Garzón se podía ver unas 35 veces colgado, y los aplausos complicaban levantar el puño como símbolo de lucha obrera.