Teólogos de todo pelaje pasaron siglos mesándose la barba mientras intentaban resolver la cuestión: cómo ser uno y trino a la vez. Desde entonces no había centrado tanto la discusión un término que, visto desde otra perspectiva, señala lo más humilde del universo: un 1. En su indivisibilidad es donde se ha atrincherado la derecha ante los comicios, lo que nos lleva a sospechar que, como casi todas las cosas que pasan el filtro de un programa electoral, la Unidad de España navega entre la mitología y la ciencia ficción. Mientras tanto, desde la izquierda se invocaba a la Unidad Popular como a las bodas de oro de los abuelos para tratar de reunir a los doce hijos de Israel, en un último intento bíblico del que se desentendió Iglesias, ya por entonces un hombre muy centrado. Pero si Unidad está en entredicho, su primo hermano Unión vive al borde de la quiebra política. Se divorció de Convergència en Catalunya para regresar al periodo lactante de la clandestinidad y su banda con Progreso y Democracia está a un disco de grandes éxitos de la disolución. En la época de la dispersión, la Unidad afronta sus últimas elecciones antes de acomodarse de nuevo en el debate religioso.