Que nos cuiden a los abuelos y a los dependientes y les limpien lo que nos da asquito ver. A poder ser, sin Seguridad Social, internadas y con salarios de miseria. Que nos recojan la naranja del bancal, explotados por una ETT y en furgonetas patera, y que callen. Que cocinen y nos sirvan el menú del restaurante, que nosotros nos lo zamparemos mientras cocinero y camarero van pagando las pensiones de nuestros hijos y nietos. Que limpien, que limpien, que limpien, y que den gracias porque la cosa está muy mal para los de aquí. Que Rajoy les quite la sanidad universal, pública y gratuita y mande corregir a Ximo Puig por ser clemente. Que Rivera pretenda endurecer la vía segregacionista a la puerta del hospital. Y que no rechisten, que para las cataratas de mi padre había lista de espera de dos meses. Sobre todo, que no se quejen. O mejor: que no puedan protestar en las urnas. Los extranjeros que viven en España no podrán votar estas Elecciones Generales. En las municipales sí pueden los comunitarios y los de países con acuerdos de reciprocidad con España. Total, ahí sólo se elige al alcalde. Pero en las Generales „donde se deciden las políticas de frontera, las leyes de integración, los centros de internamiento para extranjeros, la actuación policial y las cosas serias„ sólo el español de raza puede decidirlas. Esta xenofobia de salón es bidireccional: se abate también sobre los españoles en el extranjero y el voto rogado (y con el mazo dándoles). Hay que silenciar a los cabreados. Como dice la ley del trinquet, «les partides es guanyen quan s´arreglen». Y ésta pinta «blava».