Uno no quiere votar, el otro no puede. La solución: que uno ejerza el derecho del otro. Esa es básicamente la idea que ha puesto en marcha Marea Granate, el movimiento formado por emigrantes desde los países adonde tuvieron que viajar para encontrar una salida laboral que España no les daba. En las pasadas elecciones autonómicas la iniciativa, denominada «rescata mi voto», comenzó a fraguarse, pero no ha sido hasta las generales cuando ha empezado a coger forma. En la Comunitat Valenciana se han formado ya 359 parejas de «donantes» y de «rogantes», es decir, de los que ceden su voto a los que lo piden desde otras fronteras. La lista de espera ha ido creciendo sin parar.

Y es que el censo para españoles en el extranjero se cerró sin previo aviso el pasado 1 de agosto. Miles se quedaron sin poder pedir el voto por correo, que en muchos casos, además, llega tarde o no llega. «Un día vi por la tele a todos esos españoles que viven fuera y que estaban teniendo problemas para votar y pensé? ¿por qué no les cedo mi voto?», cuenta Vicente Giner, vecino de Algemesí de 56 años. «Tenía claro que no iba a votar en estas elecciones. Nadie me convence y no veo la salida a toda esta situación en la que nos han metido», relata Giner, que se ha convertido en «donante» de voto.

A Giner le pusieron en contacto con un valenciano que vive en Australia y no puede votar. «Garantías de que vote lo que me han pedido no hay. Hay gente que va a grabarse votando o hacer fotos de la papeleta, pero no lo veo necesario», señala Giner.