Joan Lerma y Felipe Guardiola entraban juntos ayer en el salón principal del modernista Palacio de la Exposición de Valencia y no era obra del Ministerio del Tiempo. Era un acto del PSPV de la ciudad para celebrar el año del cambio, en el que ha regresado al equipo de gobierno municipal, aunque con los peores resultados, superado holgadamente por el PP y Compromís, el socio de gobierno. Así que frente a los nuevos en el poder, lo primero fue reivindicarse como «el grupo de la gestión». «Lo somos, y muy orgullosos de serlo», dijo la introductora de la celebración, Pilar Bernabé.

El titular del PSPV en Valencia, Joan Calabuig, insistió en esa vía de la eficiencia sentado en un taburete al lado del líder autonómico del partido y presidente de la Generalitat, Ximo Puig. En la primera fila, el doble de consellers (dos, Vicent Soler y Carmen Montón) que acompañaron a Pedro Sánchez hace una semana en Burjassot (solo Montón), representantes de la economía, como Salvador Navarro y Rafael Ferrando, varios altos cargos del Consell y la cabeza de lista al Congreso Ana Botella. Entre el público (casi 300 personas), históricos como Joan Ignasi Pla, Ricardo Peralta o Carmen Alborch, junto a rostros nuevos, como José Muñoz. En general, el perfil de edad de los asistentes de calle fue alto. Los jóvenes dominaban solo como fondo para las fotografías.

Estabilidad y honradez. Las dos palabras resumen el año de cambio en el gobierno de la Generalitat, según Puig. Es lo que ofreció frente a quienes prometen «la revolución», en alusión a Pablo Iglesias (Podemos). Y utilizó dos contundentes frases para ilustrar estos conceptos. «Nos queremos más que los anteriores, que eran de un solo partido», dijo sobre las relaciones en el seno del Consell con Compromís, el aliado en un gobierno «serio, que no especula» en un terreno «minado» (Ciudad de la Luz o Feria Valencia son algunos explosivos encontrados). «Me llevo mejor con la vicepresidenta (Mónica Oltra) que los de antes», sentenció.

Sobre la honradez no fue menos gráfico: «Las empresas saben que pueden venir porque nos les van a pedir mordidas».

El tono reivindicativo frente a Madrid, característico cada vez más de Puig, fue otro de los rasgos del acto, a unos días de que comience la campaña de las nuevas eleccciones generales. «Nos deben más de 12.000 millones y no estamos dispuestos a perdonar», zanjó sobre la deuda histórica. «Y si continúa Montoro lo llevamos faltañ», agregó.

Al que también se refirió, sin citar, fue al cardenal Cañizares, un «subversivo ahora» al que recordó que las leyes están para cumplirlas y que «la escuela pública ha estado dejada de la mano de Dios durante muchos años». «Eso, eso», se escuchó entre aplausos.