­El calor persigue a los populares. Si en diciembre el mitin de Rajoy en el Museo Príncipe Felipe ya disparó los termómetros, ayer los populares volvieron a sudar en el Parque de Cabecera. Llenaron un recinto de aforo más adecuado para épocas de saturación política, lejos ya de las grandes aglomeraciones. Quizás su empeño por regenerarse explique la elección del anfiteatro del Turia, que tanto se aleja del espíritu de la mítica plaza de Toros o los recintos de Cacsa, símbolo de la modernidad pero también de los escándalos y que el sábado ocuparon los socialistas .

Hace nueve años, el primer Compromís también eligió este escenario. La izquierda tuvo que esperar dos legislaturas más para llegar al poder. Hoy se invierten los papeles y el PP es quien se aloja en la periferia y lejos de la moqueta.

Rajoy, que venía de Teruel, hizo esperar al personal. Alguno llevaba en la grada más de tres horas. Cuando llegó el presidente, los helados flash que repartían Luis Santamaría y Nuevas Generaciones ya se habían derretido; la candidata Elena Bastidas se había marcado un baile del discotequero repertorio musical y Marta Torrado había rociado a sus compañeros con agua. Allí estaban todos, incluidos Gerardo Camps y Óscar Clavell, dos de los populares en el punto de mira, pero no el gran mito caído: Rita Barberá. Fue el primer acto en la ciudad sin ella

Cuando el líder nacional llegó (a la entrada le esperaba para saludarle la familia de Osman, el niño refugiado y acogido en Mislata) un nubarrón ocultó el sol o trajo la brisa, según se vea. Ya sin bochorno y como quien cruza Contreras para pedir el voto, Rajoy „el único líder nacional que cierra en Valencia„ orilló las referencias autóctona, aunque citó que hizo la mili en Marines pasó por Capitanía General y trabajo de notario en Santa Pola. En política, lo suyo se resume en una frase: orden frente a los radicales. El valencianismo lo deja para Vicente Betoret en defensa de la Geperudeta ofendida por extremistas y las alusiones al himno de la candidata Elena Bastidas.