El PSPV encadenó anoche su 25.ª derrota electoral consecutiva en la Comunitat Valenciana, donde no queda primero en las urnas desde las autonómicas de 1991. Sus resultados, a pesar de ser malos y dejarlo instalado en la tercera posición del tablero político valenciano, logran evitar la debacle proyectada por las encuestas que daban a su competidor en la izquierda como vencedor de los comicios en territorio valenciano. Hubiera sido la primera vez desde 1933 en la que una fuerza progresista ganara las elecciones en las circunscripciones valencianas sin empuñar la rosa ni apellidarse socialista, como entonces hizo el Partido Republicano Radical de Lerroux. Sin embargo, el fantasma del lerrouxismo, que había asomado por Blanqueries en los sondeos a pie de urna como un espectro con coleta de Iglesias, camiseta rebelde de Oltra y voto útil de EU, se desvaneció como el espectro demoscópico que era. Y el PSPV respiró aliviado.

Con todo, las bodas de plata de las derrotas electorales llegaron acompañadas de dos regalos envenenados al PSPV. Primero, corroboró que ya no es el referente de la izquierda entre el Sénia y el Segura, como ya ocurrió en las pasadas Generales de diciembre por primera vez en 38 años. Segundo, perdió un diputado de los siete que consiguió hace seis meses y se quedó con seis escaños en la Comunitat Valenciana, a pesar de que los escaños a repartir en las circunscripciones valencianas habían crecido de 32 a 33 en estas elecciones. El PP lo dobla con sus 13 diputados valencianos.

Los resultados del PSPV distan poco de los obtenidos en la cita de hace seis meses. En la Comunitat Valenciana ha logrado 537.983 votos con el 100 % escrutado, que se traducen en tres diputados por Valencia, dos por Alicante (el tercer asiento se le escapó por los pelos en favor del PP) y uno por Castelló. Son 6.500 papeletas más que en diciembre.

A pesar de la pérdida de un escaño, el porcentaje de voto del PSPV ha repuntado ligeramente. En su descenso acelerado a los infiernos electorales, el partido que con el felipismo arrollador de 1982 superó el 53 % de los votos en tierras valencianas, que con el zapaterismo siempre rebasó el 40 %, la formación que con Rubalcaba bajó hasta el 27 % y con Pedro Sánchez perdió la cota psicológica del 20 % del voto hasta instalarse en un 19,84 %, ayer logró resarcirse con un aumento leve pero simbólico. Ha obtenido un 20,8 % de los sufragios. Son dos puntos menos que el porcentaje medio del PSOE en el conjunto de España.

Un detalle: desde que se hizo con el Palau de la Generalitat, el partido que lidera Ximo Puig no ha notado los beneficios de controlar el poder y sigue sin igualar aquel 20,9 % que obtuvo en las autonómicas de 2015. La sombra a su izquierda, más todavía tras la anexión de Esquerra Unida a la plataforma Compromís-Podemos, se mantiene firme pero sin crecer.

En el análisis territorial, el partido que ha perdido el trono de la izquierda prosigue su retroceso en el ámbito urbano, una de las grandes preocupaciones en Blanqueries desde la eclosión de Compromís el 24-M del año pasado. En las cuatro ciudades valencianas con más de 150.000 habitantes el PSPV cosechó unos discretos resultados: en la ciudad de Valencia obtuvo el 17,5 % de votos y recupera dos puntos con respecto a diciembre; en Alicante sacó el 20,4 %; en Elx maquilló la derrota con un 22,4 % de votos y un segundo puesto; y en Castelló se mantuvo con el 20,3 % de sufragios.

En el segundo escalón urbano, las once ciudades valencianas de entre 50.000 y 100.000 habitantes, el PSPV también sufrió: sólo logró el segundo puesto en Benidorm, Elda y Orihuela. Fue tercero en Torrevieja, Torrent, Gandia, Paterna, Sagunt, Alcoi, Sant Vicent del Raspeig y Vila-real. En todas se movió entre el 18,8 % de Orihuela y el 25 % de Elda.

El municipio más grande donde el PSPV ha sido la fuerza más votada es Quart de Poblet, con 25.000 habitantes. Allí, la alcaldesa Carmen Martínez retiene la hegemonía socialista como primera fuerza y un 29,9 % de votos. No ocurre lo mismo en Ontinyent, ciudad que gobierna el también presidente de la Diputación de Valencia, Jorge Rodríguez, donde los socialistas fueron terceros con el 21,8 % de votos ante una victoria de A la Valenciana. La Morella natal del president Puig, dentro del pulmón socialista dels Ports, sigue empuñando la rosa con orgullo: los socialistas ganaron allí las elecciones con el 37,4 % de los votos aunque reduce su ventaja sobre el segundo.

Por provincias, el PSPV se queda con el 20,1 % en Valencia, el 21,5 % en Alicante y el 22,1 % en Castelló. En todas es tercero.

El Consell pide un Gobierno

En Blanqueries ya hace tiempo que las malas noticias electorales dejaron de ser noticia para convertirse en una rutina propia del ecosistema democrático. Ayer, en una noche electoral aciaga más, los ánimos oscilaban entre la resignación de la derrota prevista y el confort de quien ha salvado unos muebles que daba por perdidos.

Ximo Puig bajó de la cuarta planta y compareció al filo de la medianoche. En un ejercicio de realismo, Puig se mostró «insatisfecho» con un resultado «insuficiente» del PSPV, pero al tiempo consideró que, con el leve repunte de votos, los socialistas valencianos están «en posición de frenar el descenso y encarar el futuro con más fortaleza» para iniciar la «recuperación». «No hay atajos para ganar a la derecha», dijo Puig.

Como president de la Generalitat, dijo: «Me gustaría que hubiera un Gobierno para mirarle a la cara y exigirle lo que les corresponde a los valencianos». No quiso mojarse sobre qué política de pactos prefiere. «No me corresponde eso. Hay que ver cuántas posibilidades hay» de un pacto a la izquierda. «Con la coalición [Unidos Podemos] no sumamos, es aritmética pura», apostilló. «Pero no puede dejarse al PP creer que ha ganado con mayoría absoluta», añadió.