22.30 horas del 26J en la sede del PPCV en la calle Quart. Bonig y su núcleo duro se daba unos minutos para que el escrutinio le permitiera comparecer con la cifra de 900.000 votos. Superada la barrera, la lideresa fue recibida a pie de escalera con una salva de aplausos de los escasos cargos que se desplazaron a la sede. Allí estaba el barón provincial, Vicente Betoret, con quien Bonig se fundió en un abrazo.

La imagen, que evocaba una supuesta sintonía, es en realidad engañosa. El divorcio entre la dirección regional y la provincial avanzado en su día por Levante-EMV está consumado y ni siquiera la campaña ha dado una tregua. La falta de colaboración ha sido evidente. Y Bonig ha tomado nota. Según diversas fuentes, las relaciones entre ambos se han agrietado y el barón no cuenta con el favor de la presidenta para revalidar la presidencia.

El desencuentro surgió a raiz de que la prensa publicara que el sucesor de Alfonso Rus en el PP podría estar siendo investigado en Taula. Bonig dejó claro que su política de mano dura no tenía gateras. Y Betoret, que se sitió abandonado por sus suyos, se refugió en un pequeño núcleo de colaboradores (Vicente Ferrer, Antonio Lis, Carlos González Cepeda, entre otros). Desde entonces, ha ido por libre.

Los resultados en la provincia le han dado un respiro, pero sin el apoyo de la regional, Betoret lo tiene difícil.En el PP dan por seguro que tendrá rival, seguramente una mujer. Minutos después del engañoso abrazo, la noche del 26J dejó otra imagen. Bonig habló ante los medios. Al finalizar, bajó del escenario y Betoret, se quedó arriba e hizo su propia valoración.