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Opinión

Por el futuro

Gobernar no es una tarea fácil. Quien crea lo contrario se equivoca o tiene otras intenciones. Ni es fácil ni es una tarea grata. Pero puede lograrse que ese trabajo sea fluido, si se entiende que la resolución de conflictos y satisfacer la pluralidad de intereses en juego, es fácil de lograr si se hace de manera transparente y si se tienen valores éticos. Para lograr buenos resultados, se requiere contar con gobernantes y funcionarios que hayan interiorizado esos valores y posean una conducta íntegra, pues son éstos servidores públicos quienes marcan las directrices y gestionan las instituciones. Como ya dijo Aristóteles, aprender ética no es sólo para saber que es la virtud, sino para ser virtuosos.

Todo el mundo reconoce que en Valencia, la gestión pública, ha estado muy alejada de una conducta virtuosa y eso ha supuesto condicionar el futuro de la ciudad y de las personas que viven, trabajan y disfrutan de ella. Cuando se somete la ciudad a intereses ajenos al interés general, se roba una parte de la ciudad al disfrute de otras personas. Cuando se privatiza una parte del territorio o se privatiza un servicio, se sustrae al disfrute general, bien porque deja de tener derecho a usarlo o bien porque no puede pagar ese derecho. Se pierde un derecho que se suele olvidar y es el derecho ciudadano de control directo, habitual y diario, de la gestión pública.

La corrupción mediante comisión, coima, soborno, o como prefiera decirle, añade otro factor y es que no se recibe, ni tan siquiera, un rédito económico que compensaría, supuestamente, la privatización. Es, por así decirlo, una forma extrema de privatización. Con ello se limita más la capacidad de la administración al desprenderse de algo que pertenece a la ciudadanía y por no recibir nada a cambio. Es un robo sobre un robo. Recuperar la gestión de los servicios públicos y el espacio urbano, para ser dirigidos por los responsables electos y gestionados por la administración es, en el fondo, recuperar el derecho y, más allá, recuperar el futuro. Hacer de la gestión pública una actividad impermeable a la corrupción, es adoptar una conducta virtuosa, ética, y, por qué no decirlo, más barata. Lo que está en debate, en cualquier proceso democrático, es el modelo de gobierno que se quiere. Eso lo elige la ciudadanía. Las opciones están claras, entre un gobierno anclado al pasado, que privatiza derechos y espacios, que limita las posibilidades y está alejado de la ética o un modelo de gobierno que piensa en el futuro, inmediato y lejano, que devuelve los derechos y el espacio a la ciudadanía y que asume un compromiso con la ética. Nuestra propuesta es recuperar la «ética de la responsabilidad» de la que habló Max Weber, esa que señala principios y normas para ser aplicados en la conducta de la persona que desempeña función pública. La ética se refiere a la personalidad, formación y conducta responsable y comprometida de las personas encargadas de las cuestiones públicas. Formación que va más allá de los conocimientos profesionales, pues es importante que sean personas inmersas en la ética pública. Cuan alejada ha estado Valencia de todo esto. Ahora, con valentía, podemos tener futuro.

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