El jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lanzó ayer un reto al PP en la sesión de control del Senado, al pedir a este partido que se moje con la reforma laboral, porque en su opinión hasta ahora no ha tenido el "valor político" de hacer sus propuestas mientras negociaban patronal y sindicatos. Ahora, cuando el Congreso va a convalidar el decreto-ley de la reforma y va acordar tramitarla como proyecto de ley, el PP tiene la oportunidad de hacer sus aportaciones a través de enmiendas, y a ello ha animado a los populares. Fue durante un nuevo enfrentamiento dialéctico de Zapatero con el portavoz del grupo popular en el Senado, Pío García Escudero, sobre la situación de la economía, esto es, sobre la crisis, las medidas de ajuste, el déficit, la deuda y, cómo no, la reforma laboral todavía caliente en el BOE.

A García Escudero le parece que esta "balbuciente" reforma se ha hecho "tarde" y "mal", de manera improvisada y por exigencias de Europa, y supone el último capítulo de una actuación del PSOE ante la crisis nefasta para la economía española, porque ha dañado el "crédito" del Gobierno ante España y el mundo. Crédito "del Gobierno", advirtió, no de España, que según el portavoz del PP es "un gran país que siempre ha demostrado saber salir de las crisis", afirmación que provocó protestas en los escaños del PSOE, inmediatamente contestadas con aplausos de los senadores del PP a su jefe de filas.

Un hombre "de carril fijo"

Ni la publicación del "test de estrés" al que el Banco de España somete a los bancos para demostrar la fortaleza del sistema financiero español convence a García Escudero, quien ironizó sobre esta medida al pedirle a Zapatero que someta a esa prueba a su Gobierno, al Partido Socialista, a los sindicatos, a los parados, a las familias...

"Porque nos tiene a todos en un ¡ay! permanente", concluyó.

Todo ello para terminar con un ruego que según él es la única manera de transmitir el "mensaje de credibilidad" que España necesita, "cambio de rumbo" incluido. "Hágase a un lado", le pidió al concluir su alocución.

A Zapatero no le sonó a nueva esta exigencia, una versión reformada del ya clásico ¡Váyase, señor González!, y por ello reprochó a García Escudero ser hombre "de carril fijo".