Me tendrá que perdonar que lleve un brazalete con los colores de la bandera republicana. No es por provocarlo, es un regalo.

No me molesta en absoluto; tengo un enorme respeto por lo que significó la República. Creo que el régimen democrático de monarquía del 1978 es mejor para todos los españoles, ha aportado más prosperidad y más libertad, pero eso no quiere decir que no respete a los que tienen sensibilidad republicana.

Aznar decía esta semana que el PP ha de poner el acento en la crisis institucional, según él, mucho más grave que la económica.

No hay duda en que hay cosas más importantes que la economía: la convivencia y la estabilidad institucional son valores que han de estar incluso por encima de la sociedad del bienestar. Sería un error creer que superando la crisis económica superaremos todos los temas que nos han llevado a la crisis. Una sociedad cohesionada supera más fácilmente las crisis, y en España nos falta cohesión. Nos faltan proyectos compartidos por encima de los partidismos.

¿Es bueno para el PP que Aznar continúe en la escena política?

Es bueno que estemos orgullosos de aquellos que han gobernado desde el PP. Es bueno que en estos momentos la gente compare la eficacia de los gobiernos de Aznar con la situación actual. Le diré una cosa: si, al PSOE, Felipe González tuviera un papel más protagonista y de referencia en lugar de tenerlo apartado como lo tienen, quizá tendrían más y mejor conexión con los ciudadanos.

Vargas Llosa dice que continúa siendo antinacionalista. ¿Y usted?

Yo procuro no ser antinada. Pero sí que le puedo decir que en la era de la globalización somos muy pequeños. Por lo tanto, creo compatible el pensamiento de Rilke, que la patria es un hombre y su infancia, con la constatación que al siglo XXI no nos podemos quedar en Girona, ni en Cataluña, ni en España, ni tan solo en Europa,para competir en un mundo globalizado.

Alicia Sánchez Camacho se ha ofrecido a colaborar en un gobierno con CiU, a cambio de algunas conselleries... y de legalizar los toros.

(Sonríe ante el comentario de los toros). El PP ha de ser condicionante y exigente con el futuro gobierno catalán. Durante el Gobierno tripartito han pasado muchas cosas que no se han de repetir, como la destrucción del tejido social, la pérdida de protagonismo de la sociedad, la pérdida de confianza, la sensación de apatía que actualmente invade al inversor catalán. El PP utilizará la confianza que le den los ciudadanos para que la confianza institucional, la prosperidad y la ayuda a la iniciativa de la sociedad civil estén presentes en Cataluña los próximos cuatro años.

A usted le atacan desde la derecha por ser demasiado flojo, y desde la izquierda, por ser de derechas. ¿No le aprecia nadie?

No sólo en política; en la vida en general, cuando estás en un espacio de moderación, como es mi caso, asumes que siempre produces cierta incomodidad en los extremos. Pero mire, eso es como el atletismo: los corredores que miren a derecha y a izquierda para ver qué hacen los rivales, pierden unos segundos, pocos pero suficientes para no llegar primeros. Yo hace muchos años que decidí correr por la calle del medio, y no miraré a derecha e izquierda para ver qué hacen los rivales. Lo importante es sabes dónde está la meta.

Para su desgracia, ¿la «esperanza» es lo último que se pierde?

Al contrario, la esperanza la hemos de tener en todas nuestras actitudes. Pero, claro, hay que recordar que además de la esperanza hay que otra virtud que yo sitúo por encima, que es el amor. (Sonríe).

¿Se rompe España?

Los españoles no quieren que España se rompa. Con la Constitución de 1978 hemos encontrado un modelo con el que la identidad propia de cada uno es compatible con la ciudadanía española, que es la que nos da fortaleza.

¿Qué le dice el hecho de que, según una encuesta, si Belén Esteban se presentara a las elecciones catalanas conseguiría más votos que ERC y que PP?

Que no entiendo por qué hacen estas encuestas. (Ríe)

¿Ve dificultades lingüísticas en sus visitas a Catalunya?

En la calle no hay ninguna dificultad en absoluto. El conflicto lingüístico lo han planteado las administraciones públicas. Es un conflicto que ha aparecido de arriba hacia abajo, no de abajo hacia arriba.

Para acabar, si le convidaran a casa del presidente de los Estados Unidos, ¿pondría los pies sobre la mesa?

No... antes de que los hubiera puesto él.